«Nada más grandioso que la arboladura, aquellos mástiles gigantescos, lanzados hacia el cielo, como un reto a la tempestad». La frase es de Benito Pérez Galdós (Trafalgar, claro). Va de perlas para describir el imponente aparejo del galeón Andalucía, amarrado en el puerto deportivo Marina de Dénia y que se puede visitar hasta el próximo domingo. Su palo mayor mide 37 metros. El de mesana llega a los 26 y medio. Y el de trinquete alcanza los 34. El navío, un museo flotante, tiene 55 metros de eslora y, cuando navega a toda vela, despliega mil metros cuadrados de trapo (velamen).

El Andalucía, que tardó en construirse dos años (participaron carpinteros de ribera y calafates), ha arribado a un puerto con historia como el de Dénia. El castillo y el poderoso Montgó crean un escenario perfecto para esta réplica de una de esas naves de gallarda estampa que en los siglos XVI y XVII surcaron mares y océanos.

El responsable de logística de la Fundación Nao Victoria (entidad que gestiona este barco de época), Álvaro Lecaro, animó ayer a los vecinos de Dénia a visitar este galeón y «empaparse de la historia y la cultura marineras». Los colegios ya han concertado visitas. Es un gozo escuchar al primer oficial de a bordo, Pablo Tejada, utilizar la jerga náutica y hablar del castillo de proa, del bauprés, las gavias o los obenques. El mar regala una riquísima semántica.

El Andalucía es un museo flotante. Está artillado con diez cañones de hierro fundido con cureña. No se descuida ni un detalle. Subir a bordo es retroceder cinco siglos y viajar al tiempo en el que estas fortalezas dominaban los mares.