El misterio se acrecienta. El desconocido que colocó en el monumento funerario de Reginald Rankin (un niño que murió cuando aún no había cumplido su primer año de vida) placas de mármol con inscripciones de poemas de John Dos Passos y Lope de Vega sorprende con un nuevo arranque erudito. De los dos escritores citados, eligió versos que aludían a Dénia. Ahora ha sujetado con cemento en el túmulo otro mármol idéntico a los anteriores. Esta vez el texto es en prosa. Está escrito en griego. Su autor fue el geógrafo Estrabón, que vivió entre los siglos I a. C. y I d. C. Es la descripción que hizo en el Libro III de su Geografía de Hemeroskopeion, la fundación de los griegos de Masalia en la ladera norte del Montgó (es decir, en la actual Dénia).

Los tres mármoles son, claro está, un anacronismo, una bonita licencia que refuerza el halo de misterio del cementerio protestante que los británicos que residían en Dénia en el siglo XIX (la época del esplendor del comercio de la pasa) crearon en la playa de la Marineta Cassiana. Se realizaron 14 enterramientos. Todos los cadáveres se exhumaron cuando se cerró, en 1918, el camposanto. Quedan las lápidas del niño Reginald Rankin y de Harriet Wallace. En el monolito central, el de Reginald, están ahora las placas de mármol que evocan la Dénia que conocieron Lope de Vega (acompañó en 1599 a Felipe III y describió la maravillosa Cova Tallada), el autor estadounidense John Dos Passos («sería hermoso morir en Dénia/ joven, bajo el abrazo del sol/ tumbado junto al azul ardiente del mar») y el sabio de la antigüedad Estrabón. En la cuarta cara del monolito, está la placa con el nombre del niño difunto y la fecha en la que nació (el 12 de agosto de 1864) y murió (el 6 de diciembre de 1865).

Si no se sabe quien coloca estos mármoles, su propósito al hacerlo es igualmente una enorme incógnita. No busca, desde luego, notoriedad. Este cementerio es solitario. Solo acuden los muy forofos de los lugares a trasmano y peculiares.