La utopia es una ruina. Uno de los vértices del triángulo de arquitectura social y utópica de Ricardo Bofill en Calp, el club social (los otros vértices son la Muralla Roja y el Xanadú), hace años que se cae a trozos. El Ayuntamiento debe restaurarlo este año sí o sí. Ha destinado 1,2 millones en el presupuesto de 2020. Si no acomete ya las obras, perderá la concesión que le ha otorgado la dirección general de Costas.

Pero, mientras llega esa restauración, el club social mantiene su fuerza icónica. Es uno de los lugares más fotografiados de la Marina Alta.

Esta Navidad lo han visitado turistas llegados de Japón y también un grafitero de París que ha querido crear en la azotea de esta ruina una de sus obras. Ha pintado una mano abierta y una rosa de los vientos. El artista urbano explicó a este diario que el lugar es magnífico y tiene «mucha fuerza».

La arquitectura, ahora en estado ruinoso, se funde con la naturaleza. Los turistas se toman fotografías en los óculos (grandes ventanales abiertos al mar) del club social. El arquitecto diseñó una obra austera y que se integra en el paisaje escarpado de la Manzanera. La utopia arquitectónica ha naufragado en Calp. Luego llegaron torres y urbanizaciones que rompieron con ese intento de hacer arquitectura social e integrada.