Antes, en los pueblos del litoral de la Marina Alta, los padres dejaban las tierras de cultivo, llanas y fértiles, a los primogénitos y a los hijos más queridos. A los segundones y calaveras les tocaban los terrenos de los acantilados y los de laderas en las que no se podía sembrar nada. Paradojas de la vida, esa escarpada herencia ha resultado la más provechosa. Las parcelas imposibles son un tesoro. Las promotoras se las rifan. Ahora que escasean las de los acantilados (en los últimos años ha triunfado la arquitectura que se asoma al vacío), la imparable actividad urbanística conquista los repechos de partidas como la de Pedramala de Benissa, abrupta y cuyo nombre delata que de aquí poco se podía sacar. Una «mala» herencia por la que las constructoras pagan un pico.

En Pedramala y, en concreto, en la urbanización de Racó de Galeno, ha surgido una nueva «milla de oro» de chales de lujo, un segmento urbanístico inmunizado a las crisis del ladrillo. Hay grúas por doquier. Cobran forma chalés de vanguardista arquitectura. Parcelas de 1.500 metros se venden por medio millón de euros. Las promotoras pagan sin pestañear estos precios, asequibles ahora que el poco suelo que queda en los acantilados está por las nubes. Luego venden los chalés por entre uno y cinco millones de euros. Predominan los de entre dos y tres millones.

Esta partida, desde la que se divisa el Penyal d'Ifac y la costa de Calp, Benissa y Moraira, se ha convertido en un escaparate de la arquitectura residencial más vanguardista. Las promotoras saben que a los clientes europeos más pudientes les chiflan estas casas de «autor». La difícil orografía obliga, además, a adoptar soluciones originales. Las parcelas están escalonadas y los chalés son cubos superpuestos. Los arquitectos también introducen voladizos extremos. La actividad constructiva en esta partida, que está en el linde de Benissa con Calp, es frenética.