A los primeros experimentos (la archipremiada Casa de la Sardinera del arquitecto Ramón Esteve) le ha seguido una uniformización del estilo. Los acantilados de Xàbia se han llenado de modernos chalés de líneas rectas que sustituyen las paredes por grandes ventanales. La luz entra a raudales. Pero más de una de estas viviendas se sobrecalienta al dar todo el día el sol en las cristaleras. Son la antítesis de la eficiencia energética. Y el impacto de muchas de estas construcciones también es enorme. Las alturas se miden desde la rasante de la calle. Se han colado plantas ladera abajo.

Ahora el ayuntamiento finiquita ese modelo. Los críticos dirán que se coarta la libertad creativa de los arquitectos. El alcalde, José Chulvi, del PSPV, defendió ayer que las tejas, las ventanas de madera y los porches con arcos (estilo riurau) son más ecoeficientes. «Nuestros antepasados sabían lo que se hacía», sostuvo.

El caso es que el pleno aprobó ayer una normativa urbanística de estética que se aplicará hasta que entre en vigor el nuevo plan estructural y ya se consagre un modelo constructivo que recupera la tradición mediterránea.

Los nuevos chalés ya no podrán meter plantas hacia abajo. El máximo son dos, la planta baja y la primera. Además, si se acometen «obras de reforma de trascendencia equiparable a la reedificación» se eliminarán los pisos superiores y el chalé se encogerá a las dos plantas normativas. También se prohíben ahora las cubiertas abuhardilladas. Se debe volver al tejado a dos aguas y de teja árabe. Solo escaparán de la teja las edificaciones que acrediten una «singular justificación histórico-contextual». Otra obligación ahora es que los chalés deberán respetar los antiguos muros de piedra en seco.

Esta nueva normativa tiene que obtener el visto bueno del Consell, que también debe dar vía libre a la suspensión de planeamiento (se congela la actividad urbanística) en 485.207 metros cuadrados de suelo que cambiará de calificación en el nuevo plan estructural.