Los vecinos de Xàbia descubrieron ayer la ermita de Sant Joan. Se abrió por primera vez al público. Y cuenta historias de la vida y de la muerte. Ahora se han colgado antiguos plafones funerarios. Muestran iconografía sepulcral. Y sorprende la originalidad de los epitafios. José Albi, que perdió en 1836 a su esposa Rosa, que falleció a los 51 años, le dedica unas palabras cargadas de amargura a la muerte. La llama «la envidiosa parca».

Los vecinos aprovecharon que esta ermita, originariamente de conquista y levantada en el siglo XV, se podía visitar por primera vez. En 1817, cuando aquí se construyó el viejo cementerio (se dejó de enterrar en 1988), la ermita se convirtió en capilla funeraria. Hace unos años se realizó una excavación arqueológica y se hallaron 30 tumbas excavadas en el suelo (19 de adultos y 11 de niños). También se recuperaron las estelas funerarias, que se restauraron.

La ermita de Sant Joan es la menos conocida en Xàbia. Las de Santa Llúcia, el Calvario o el Pòpul conservan fiestas y romerías de mucho arraigo popular. Se quiere convertir en un pequeño museo de los ritos funerarios del siglo XIX en Xàbia. Lo tenebroso atrae. Los turistas se mueren por visitar lugares como éste, en el que reina «la envidiosa parca».