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Efeméride de una valerosa victoria

Los 275 años de la gran epopeya de Calp

Grabado del Penyal d'Ifac realizado por Alexandre de Laborde en 1809, 65 años después del asalto pirata a Calp.

Primero invadieron el género romántico, después asaltaron el cine y camparon por los cómics; y ni los modernos videojuegos se han librado de su voraz expansión. Pero antes, mucho antes de que conquistaran la ficción y se adueñaran de nuestro imaginario, los piratas -turcos primero, berberiscos después- se enseñorearon del mar Mediterráneo y sembraron el pánico en las costas, robando y secuestrando a nuestros antepasados. Testigos de sus fechorías son las torres de guaita y de defensa que jalonan nuestro litoral y l'horta de L'Alacantí.

Mientras tanto, en los archivos duermen las actas de aquella tragedia que fue atroz, sobre todo en los siglos XVI y XVII, pero cuyos estertores llegaron hasta inicios del XIX. Los legajos rebosan decretos reales, narraciones de cronistas y cartas del pueblo llano que dan fe de ello.

Una de esas misivas salió de Calp hace 275 años con el virrey de València como destinatario. La remitía su alcalde y en ella relataba el multitudinario desembarco berberisco, el frenético asalto a los arrabales y el contumaz asedio a las murallas calpinas. Con una magnitud impropia del siglo XVIII. De hecho, se trató de «la última operación de envergadura protagonizada por los corsarios de Argel en las costas españolas», según el historiador Jesús Pradells Nadal.

Todo ello ocurrió sólo seis días antes, un 22 de octubre de 1744. Y sobre esa fecha y esos hechos, no sólo se levantaron las fiestas de octubre en honor al patrón, el Crist de la Suor; además, entre los calpinos, se fue forjando una leyenda que se perpetuaría durante generaciones hasta erigirse en un mito refundacional de Calp: la del joven calpino que evitó el asalto al cerrar, con la ayuda divina, los pesados portones de la ciudadela ante la inminente llegada de los piratas, a quienes se unió un calpino traidor.

Hoy, la teatralización de este relato culmina la fiesta de Moros i Cristians que la localidad calpina celebra desde 1977. Y sólo cinco años después, en 1982, volvía a Calp, desde el Archivo General de Simancas, aquella correspondencia que salió hace casi tres siglos. Su portador era Laureano Robles, doctor en Historia Medieval. Y aunque se publicó en la revista municipal que dirigía el hoy investigador Andrés Ortolà -entonces edil de Cultura-, su contenido sigue siendo hoy desconocido por gran parte de la población.

Una crónica palpitante

Aunque la misiva se cierra con los cargos de « el Alcalde y Regidores de la Villa», en ella no figuran sus firmas, circunstancia que apunta a su analfabetismo, según Ortolà, quien considera que la redacción -de cuidada grafía- correspondería a Roque Vives, el cura párroco.

Sea como fuere, la carta reza así:

« Excmo. Sr.

En cumplimiento de nuestra obligación participamos a V. Ex. lo acaecido en nuestra Villa en el día Jueves 22 del corriente [...] siendo el caso que en el referido día a cosa de las seis de la mañana llegaron a esta Playa siete Galeotas, en donde havia un Barco cathalan cargado de vino, y aguardiente el que procuraron apresar, y por ver si les estorvaria, acudieron como veinte Hombres de esta Villa cerca en la orilla del mar, a cuya gente acudió también la tripulación de dicho Barco; guareciéndose de un margen de Piedra, se les hizo fuego a las lanchas que ivan a abordarle, a donde parece se les mató alguna gente y haviendose acercado mas a tierra dos Galeotas empezaron a tirar cañonazos con lo que hicieron desamparar a la gente que acudió a esta defensa, y se apoderaron del enunciado barco, y condugeron a las Galeotas, duro esta porfia como cosa de ora y media».

Aparentemente, los berberiscos no pretendían atacar la villa (de lo contrario, habrían aprovechado la oscuridad -fiel aliada de los asaltos piratas- y no se hubiesen demorado por las mercaderías de una barca). Si cañonearon a los calpinos y atacaron Calp fue porque sus habitantes dispararon primero, en defensa de la embarcación.

Desembarco y asedio

La retirada calpina a las murallas sirvió a los corsarios norteafricanos para alcanzar sin problemas la playa de l'Arenal a bordo de sus lanchas y de barcas pesqueras atracadas en la orilla que previamente habían tomado para acelerar el desembarco. Completado éste, «como en número de 800 a 1000 turcos, se puso en un instante arreglada en forma de tres vanderas, y de esta suerte tomaron su rumbo a esta tierra, y llegando a tiro de pistola, la cercaron con un fuerte cordón, y plantando dichas vanderas a modo de triangulo, y a correspondientes distancias desfilaron a la Puerta de la Villa y Murallas».

«Toda la gente de este desembarco,según la compustura, y lustre de vestuario y modo de formarse, y lo prevenido que ivan de Armas, con su Fusil, sabre, y Pistolas cada uno, y los mas con Achas, no queda la menor duda ser todos turcos, y arma son de Rey». Cabe precisar que «turco» era la denominación genérica que se daba a menudo a los piratas musulmanes, ya que el corsarismo musulmán empezó en el Imperio Otomano, si bien a inicios del XVI Barbarroja asumió el poder en Argel y lo puso a disposición-como también hicieron Túnez y Trípoli- de la Sublime Puerta.

Los calpinos hicieron buen uso de esa hora y media invertida en desembarcar por los invasores, quienes se hallaron «encontrando resistencia dentro de 28 hombres de los que acudieron de Altea (por no haver podido entrar ya mas) y unos 25, u, 30 que havian quedado de los de esta Villa, por haver abandonado todos los demas con Mugeres, E hijos, por estar casi todos enfermos, y convalencientes».

A la caza de los fugitivos

Mujeres, niños y demás calpinos no aptos para combatir emprendieron pues la huida por campo abierto en busca de refugio . Pero ello les convirtió también en un botín apetitoso. Si eran capturados, les aguardaba en Argel un destino perpetuo como esclavos o un largo cautiverio -años, lustros, décadas- a la espera de un rescate que nunca sería barato.

[Siglo y medio antes, en 1637, otra invasión berberisca terminó con el secuestro y traslado a la república pirata de los 300 habitantes de Calp. Únicamente una quinta parte logró volver].

Así pues, según el alcalde, «Viendo que estos se ivan huyendo con algunas ropas que havian podido tomar, destacaron unos 200 a perseguirlos que lo hicieron hasta media legua tierra adentro, apresando a algunos, y tomando la ropa, que otros dejavan».

Pero no sólo de prisioneros vivían los piratas. Cualquier enser o alimento era digno de codicia y pillaje. Y así, los desmanes se sucedieron en las viviendas extramuros, repartidas en las seis o siete callejuelas del actual casco antiguo: « Y no pudiendo entrar en la Villa, se destacaron a los Almahacenes y Arrabales, que havian quedado sin Persona alguna, y rompiendo, y descerrajando Puertas, se apoderaron de ellos, saqueando cuanto encontraron, y quemando hasta doce casas, y aún las Cavallerias, Cerdos, y otras Alhajas que no les servian, las matavan, y destruian del todo, llevandose de los Almahacenes unas Dos mil arrobas de Almendrón que havia promto para enbarcar, y parte de la Passa que también havia almahacenada».

Calp no se rinde... por poco

Mientras tanto, la defensa de las murallas era tan enconada como agónica: « Y continuando specialmente los del cordón con el tema de querer entrar en la Villa, jamas lo pudieron conseguir, pues los de dentro la defendieron con gran valor, matando muchos turcos, así con los Fusiles como con las Piedras que las dejavan caer de las Murallas».

Con todo, el asalto se hubiese producido ( «no se duda huvieran logrado su intento»), si los berberiscos en campo abierto no hubiesen emprendido el repliegue, acosados por «paysanos» que acudían y por los avisos de que se acercaban ya «los socorros de Gente armada». «Y entonces juntandose todos se vajaron al Mar, enbarcandose con sus lanchas, y se restituyeron a las Galeotas, como entre cuatro, y cinco de la tarde». Concluían así casi doce horas de una abnegada resistencia ante una contumaz ofensiva.

Restaba, no obstante, un epílogo: «Toda aquella noche del dia siguiente 23 se mantuvieron dichas siete Galeotas a la vista con un Xabeque Ivisenco que también apresaron cargado de Almendrón, y Leña, descubriendolas con la claridad de la Luna». Pero con la partida de los voluntarios que, como los alteanos, les socorrieron «suplicó la Villa a la Compañía de Milicias de Denia les favoreciese de quedarse en ella, hasta que tomasen nuevo rumbo dichas Galeotas, en lo que covinieron manteniendose hasta el dia 24 del mesmo, en que de ningun parage de los de descubierta se divisaron ya dichas Galeotas, ni se ha savido su derrota».

Parte de guerra

La crónica intenta dar un balance de bajas. De las enemigas reconoce no poder «decir a punto fijo los turcos que murieron, pues asi como los matavan se los llevavan a sus Lanchas». Ahora bien, «según juicio prudencial de los que defendieron la Villa, parece ser los muertos mas de ciento».

De entre los defensores, «sólo murió un Mozo de esta Villa que quiso asomarse a la Muralla, movido de oir los lloros de su Madre que se la llevavan cautiva,(como lo esta) y otro que queda erido de una bala en el muslo».

Respecto al número de calpinos capturados, seis días después seguían sin conocerse con exactitud «porque todavia se van restituyendo los que desampararon sus Casas, bien que hasta ahora se save por cierto faltar nueve entre Hombres, Mugeres, y Niños, incluyendose en este número una Muger, y dos Niños que pidieron limosna en esta Villa por la mañana, y se ivan por el camino real a Benisa».

El resto de la correspondencia se dedica a describir el mal estado de las murallas, baluartes y torreones, las nulas defensas ( «ni tan solo un cañón») y a suplicar una solución... que llegaría tres años después, en forma de una segunda muralla que envolvería todo el arrabal. Sin embargo, dichos muros no contuvieron jamás ningún otra invasión berberisca, pues aquella fue la última que sufrió la villa de Calp.

Bien es cierto, sin embargo, que la nueva fortificación resultó providencial para afrontar otro ataque: el de las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia, la « Guerra del Francés». Pero esa es ya otra historia.

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