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La agricultura de la Marina Alta se mete en harina

Los restauradores se alían con los productores para salvar el campo y aprovechar la singularidad del trigo de la Vall del Montgó, el arroz de la Marjal o el moscatel

El colectivo «El Garrofer» ya reúne a un centenar de restauradores y productores. a. p. f.

La hostelería, el sector más pujante de la Marina Alta, necesita de la agricultura. Sin producto singular no hay cocina de territorio.

«Tenemos a unos restauradores únicos. Pero hasta ahora nos ha faltado unirnos. Cada pueblo presume de su campanario y quiere que sus campanas suenen más fuertes. Ha llegado el momento de ir de la mano». El viticultor Tonet Puig dio ayer en el clavo. La comarca hace piña. Hosteleros y pequeños productores y agricultores se buscan y se encuentran.

El colectivo El Garrofer, que ya reúne a un centenar de restauradores y productores, ha puesto en contacto a vecinos de la Marina Alta que hablan el mismo idioma, el del territorio, la sostenibilidad y el producto de calidad. Ayer celebraron un encuentro en el Riurau del Senyoret de Jesús Pobre. No es un lugar elegido al tuntún. Allí ha nacido el Mercat del Riurau, un catalizador del nuevo ruralismo que hace bandera de la ecología y la sostenibilidad.

El Garrofer reúne a cocineros de primera. Están José Manuel López, de Peix i Brases; Bati Bordes, del Marino; Federico Guajardo, de la Venta la Posa, o Ferran Giró, de Arrels. Hace dos años crearon un grupo de wasap para compartir experiencias de producto. Se preguntaban dónde encontrar tomaques seques o fenoll marí. Así los cocineros descubrían a los productores. Crear un colectivo que une a unos y a otros cierra el círculo. Lo hace todo más fácil.

La Marina Alta es fértil en producto. La cultura del vino es milenaria (el yacimiento de Benimaquia del Montgó fue pionero en la viticultura en la Península). Los arroceros del Marjal de Pego están recuperando variedades antiguas como el bombón. El moscatel triunfa como uva de mesa y da para estupendos vinos. Los jóvenes rescatan el aceite de la Vall de Gallinera.

Esa despensa tradicional es cada vez más variada. La asociación del Mercat del Riurau se ha metido en harina. Reivindica que la Vall del Montgó fue antiguamente el granero de la Marina Alta. Ahí están las ruinas de los molinos de viento para constatarlo. Carles Hostalet, de este colectivo, indicó que empezaron con diez granos de trigo antiguo (más sano que el híbrido) y ya cosechan cuatro variedades, las de amorós blanco y colorado, el asolacambres y el fartó. Se muele y se hace y comercializa pan, el que hornea Raquel López, panadera artesana del obrador Beekery de Dénia.

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