Ya no hay estilos. Hay tendencias. Y son efímeras. Los acantilados de la Marina Alta se han convertido en un nuevo escaparate de la arquitectura residencial. Ahora cambia el paradigma. De alguna forma, el chalé que marcó en 2013 tendencia fue el diseñado por Ramón Esteve en lo alto de la cala de la Sardinera de Xàbia. Líneas rectas, grandes voladizos y enormes cristaleras que contrastaban con las rotundas paredes de hormigón (otros chalés posteriores todavía acentuaron más ese efecto al rescatar el hormigón crudo o betón brut). Esa arquitectura de cubos se ha impuesto. Pero ahora asoma otra moda. Las líneas se curvan e inclinan. De los diseños cartesianos se pasa a otros más escultóricos. Desaparecen las aristas. En la playa del Portet de Moraira o en una parcela que corona la Cuesta de San Antonio de Xàbia, ya asoman viviendas de traza futurista. Los arquitectos se inspiran en Frank Gehry y en sus volúmenes escultóricos. Las comparaciones, por supuesto, son odiosas.

Esos nuevos chalés de lujo están descontextualizados y de ahí que dé la impresión de que son naves espaciales que han caído en la costa de la Marina Alta. No le hacen ni un guiño a la arquitectura vernácula de la comarca. Son cuerpos extraños y, como tales, intensifican el impacto visual. Estos proyectos quieren atraer miradas y dejar huella. Pero esa nueva arquitectura futurista es tendencia y no trasciende.

Esta deriva de la construcción en los acantilados ha empujado a los ayuntamientos a establecer normas para salvar «los valores propios de la arquitectura mediterránea». El de Xàbia marca en su nuevo plan estructural que los nuevos chalés deben tener cubiertas inclinadas y de tejas y recuperar los arcos.

Los nuevos chalés futuristas se han empezado a construir en los dos municipios de la Comunitat donde el suelo es más caro: Moraira (2.720 euros el metro cuadrado) y Xàbia (2.288 euros). Las promotoras quieren rentabilizar la compra de las parcelas con proyectos efectistas y que rompen con lo que hasta ahora era tendencia.