La máquina barredora mete un ruido que asusta y pasa junto a los jóvenes que, a las 8.30 de la mañana, siguen de botellón en el aparcamiento público que está enfrente de una conocida discoteca de Xàbia. La noche ha sido intensa. Basta con mirar la basura que aquí se acumula. Los operarios de la limpieza se afanan en recogerla. Pero los jóvenes que apuran la fiesta ni se inmutan. Siguen bebiendo en la vía pública. Pasa la máquina y ellos tan panchos. No se dan por enterados. Y eso que el dispositivo de limpieza, además de borrar el sucio rastro del botellón, persigue disolverlo, persuadir a los chavales de que ya ha llegado la hora de marcharse a casa. Acude una patrulla de la policía local y los aficionados a esta forma ilegal de divertirse (no se permite el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública y tampoco alborotar) ni se inmutan. La multa no les asusta. El botellón, y así lo han denunciado los vecinos, se ha vuelto este verano incontrolable.

A los vecinos de esta zona de Xàbia les queda el consuelo de que la discoteca frente a la que se monta la escandalera callejera ya baja la hoy la persiana (esta noche es la fiesta de despedida del verano) . La discoteca también ha tratado de poner freno al botellón. Ha llegado a contratar seguridad privada. Pero no ha habido forma.

Mientras, los vecinos ya relataron a este diario que estaban hartos de que los jóvenes orinaran en sus calles e incluso en la puerta de sus casas. Han pasado las noches en vela. Se turnaban para vigilar y evitar que la fiesta acabara incluso dentro de su urbanización. Pillaron a jóvenes bañándose en su piscina.

Han avisado reiteradamente a la policía local y a la Guardia Civil. Han grabado peleas y altercados. Los agentes han levantado infracciones contra la ordenanza de convivencia ciudadana a jóvenes que les desobedecían cuando acudían a disolver el tumulto y que incluso arrojaban las vallas antibotellón al río Gorgos.

Este diario también reveló que parte de la basura de esas noches de juerga acababa en el cauce del río (linda con el aparcamiento del botellón). Este problema de orden público ya se arrastra de otros veranos. Pero la paciencia de los vecinos se ha agotado. Quienes arman estas fiestas ilegales se muestran cada vez más desafiantes e incívicos

Antes funcionaba la estrategia de espantar a los juerguistas más contumaces con el estrépito de la barredora. Ahora pasa la máquina y ni se apartan.