La Cova Tallada se ha sacudido la masificación. El decreto que restringe las visitas (71 personas pueden estar dentro de forma simultánea) ha librado a este frágil espacio natural, que forma parte del Montgó y de la reserva marina del Cap de Sant Antoni, de la presión de otros veranos. No es que se cumpla a rajatable, que siempre hay turistas que esquivan la obligatoria reserva previa, pero la mayoría de los visitantes sí se convencen de que están visitando un paraje único y deben cuidarlo al máximo.

Sin embargo, también hay turistas que ni llegan a pie, ni realizan la reserva y ni siquiera alcanzan la ruta a remo (en kayak). Eligen un atajo. Desembarcan en la cueva con pequeñas lanchas neumáticas a motor. En la mañana de ayer, dos de estas embarcaciones estaban atracadas en la cueva. Una un pelín más grande se hallaba escondida en un recoveco. La otra, una barquita auxiliar, estaba dentro de la cavidad. Desde el mar no se divisaban. Los vigilantes de la reserva marina no las podían ver.

Está prohibido colarse con una embarcación a motor en las cuevas marinas. Xàbia ha balizado las de Els Òrguens y el Llop Marí. La Cova Tallada cuenta, además, con la protección de la reserva marina. Eso de meterse en la gruta, que es una zona de baño, con una lancha es, de momento, un hecho aislado.

La masificación de turistas que llegan por tierra está bastante controlada. Kayaks sí arribaban ayer más de los permitidos.