Clausurada y castigada por los desprendimientos. Pero lo mismo da. Y tampoco hace efecto que se coloque una barrera y se obligue a los bañistas a darse la «paliza» de caminar unos dos kilómetros de bajada y luego de subida, lo que es toda una proeza tras un agotador día de playa.

Ambolo, la cala de Xàbia cerrada por desprendimientos, vuelve a estar este mes de agosto de bote en bote. Este verano había que desinflar la fama imparable de esta playa. Las lluvias de abril provocaron avalanchas de piedras.

La escalera (antes era una senda) que baja al mar y el tramo de piedras sueltas que lleva hasta la cala están machacados. Lo más fácil es torcerse un tobillo.

El ayuntamiento colocó al principio de verano una valla. Los bañistas la rompieron ocho veces.

Luego optó por la barrera. Pensó que la caminata espantaría a los turistas. No ha sido así.

El vigilante también avisa que luego toca subir. Cada día ve pasar a bañistas que pierden el resuello y que llegan con el rostro encendido por el esfuerzo.

Pero está comprobado que cuanto más obstáculos se ponen, que cuanto más se advierte del peligro de los desprendimientos, a los turistas más les llama Ambolo. Parece que bañarse tranquilamente en una playa familiar de arena (con socorristas y todos los servicios) ya no se estila. A la cala clausurada bajan incluso familias con carritos de bebé.

Al cerrar el acceso en coche a la calle que lleva a Ambolo (solo pueden entrar los vecinos), el colapso se ha trasladado al vial de más arriba, llamado Igor Stravinski. Más de cien vehículos estaban a mediodía de ayer aparcados en esta calle circular. Las calas de Xàbia, incluso la clausurada, triunfan sin límite.