Los últimos desprendimientos en la cala de Ambolo de Xàbia han desnudado los peligros de un tramo litoral que, aunque lleva oficialmente clausurado desde 2006, atrae cada verano a miles de bañistas. Ambolo, la única playa nudista del municipio, es irresistible. El ayuntamiento se ha empeñado en ponérselo difícil a los turistas. Colocó carteles que advertían de que la cala estaba cerrada por el «gran riesgo de desprendimientos». El pasado verano cerró la calle de acceso para que los bañistas no la colapsaran al aparcar sus coches. Pero no hubo forma.

Ahora que esta franja litoral está machacada por los derrumbes, el consistorio ya ha tomado medidas mucho más drásticas. No basta con avisar y dejar claro a los incondicionales de Ambolo que bajan por su cuenta y riesgo. El ayuntamiento ha colocado, en el tramo en el que en 2006 ya se pusieron vallas para que no entraran coches, un cerramiento de metal que no deja ni un resquicio. No quiere que nadie se cuele. Es una cuestión de seguridad. La cala, tras los últimos desprendimientos, está muy peligrosa. El acantilado es inestable y puede producirse en cualquier momento la caída de más piedras y tierra. Xàbia no quiere que sus turistas se expongan a ese riesgo. Y, dado que no hay forma de persuadirlos, ha optado por blindar totalmente el acceso por tierra.

Además, en el inicio de la calle, se ha instalado ya una barrera. Sólo se permite entrar a los dueños de los chalés de lujo, es decir, a los residentes en este privilegiado y espectacular litoral.

No hay otro camino. La nueva valla parece inexpugnable. Sin embargo, ayer había bañistas que se las arreglaron para llegar hasta la cala. Quizás ya han encontrado una rendija en un cerramiento que está asegurado con cadenas y candados.

Ese contundente cierre de la cala era ya la última medida que le quedaba por tomar a un ayuntamiento que hace años que «borró» Ambolo de sus folletos turísticos. El pasado verano también tapó las señales que indicaban cómo llegar a la cala. Pero los bañistas se las ingeniaban para orientarse. En la era de las redes sociales, no hay forma de esconder una cala preciosa pero que no ofrece ninguna garantía de seguridad.