Dénia ha cambiado mucho en las últimas décadas. Pero el escenario urbano más maltratado y alterado es, sin duda, el puerto. De la emblemática fachada marítima de los astilleros, los tinglados, los llaüts y los pesqueros, apenas queda nada. Se ha salvado la lonja. Y de milagro. Hace ya 25 años que el pleno de Dénia aprobó una moción para declarar el Hort de Morand (la antigua Dianium romana) parque arqueológico de la Unesco y convertir la lonja en Museu de la Mar. El edificio portuario, el último vestigio de la arqueología industrial marinera y que pertenece a Puertos (Dénia lo tiene cedido por 30 años), era una ruina. Hubo incluso quien planteó demolerlo y dejar expedito el paseo marítimo. Pero ahora, ya restaurado, será, por fin, el museo que guarde los tesoros de la milenaria historia marítima de Dénia.

Además, de puertas para afuera la lonja también debe actuar como catalizador de la memoria del puerto. Las fotografías antiguas muestran una fachada portuaria integrada en la ciudad y con sentido. La explanada conecta el barrio marinero a un activo puerto pesquero en el que, junto a la lonja, se alzan tinglados y astilleros en los que trabajaban mestres d’aixa y calafates.

Ahora se suele decir que Dénia vive de espaldas al mar. En las imágenes de principios del siglo XX se intuye lo contrario. Dénia se asomaba, se volcaba al mar.

El puerto es milenario. Quizás las primeras atarazanas fueron las del siglo X, en las que se construyó parte de la flota del califa de Córdoba Abderramán III. Pero fue a finales del XIX cuando la fachada portuaria adquirió la fisonomía que se observa en las fotos antiguas. Dénia ganó terreno al mar. El muelle estaba formado con piedras talladas por los picapedreros de la Xara.

Hoy no queda ni rastro de esos sillares. Todo es hormigón. La piqueta acabó hace ya muchos años con los tinglados. Las grandes fincas de primera línea forman una impenetrable barrera urbanística. Los megayates y los coches (aparcamientos) han tomado el frente portuario. La pesca, actividad tradicional del puerto, resiste el embate. Pero está arrinconada.

Ahora el Museu de la Mar reivindica la histórica fachada marítima. «Hoy en día no sólo tiene valor patrimonial la lonja, sino también los Astilleros Noguera, el edificio de la comisaria, la Faroleta o los dos Grups de Mariners. Son un magnífico ejemplo del patrimonio portuario», advierte el director del Museo de Dénia, Josep A. Gisbert. «Estos vestigios del antiguo puerto merecen figurar en un catálogo que salve lo poco que queda de esa emblemática fachada marítima», plantea.

Ya se está estudiando hacer acciones con el Pòsit de Pescadores e incluso varar un llaüt en el exterior del Museu de la Mar. Además, quedan otros espacios con resabio marinero. Uno de ellos es el bar Héctor, un histórico lugar de reunión de los viejos y nuevos lobos de mar.