En Castell de Castells hace frío de verdad. A las diez de la mañana de ayer el termómetro no subía de los 5 grados. La pasada semana, en lo más crudo de la ola de frío polar, se llegaron a registrar 6 grados bajo cero. Y en el colegio público Serrella ya llevan cuatro inviernos en los que cuesta entrar en calor. En el curso 2014-2015, el ayuntamiento cambió la caldera de gasoil de la escuela por una nueva de biomasa. Era más ecológica y económica. Pero no ha terminado de funcionar bien. El primer invierno no caldeaba. A los maestros les dijeron que había que calibrarla. Pero la caldera ha salido teclosa y sigue fallando continuamente. Antes de las vacaciones de Navidad ya no iba, según han indicado desde el colegio, y en estas dos últimas semanas de clase sólo ha funcionado tres días completos. Ayer, cuando este diario acudió a un colegio que este año cuenta con 22 alumnos, la caldera sí había arrancado.

El claustro de profesores envió el pasado día 11 un escrito al consistorio en el que pedía que se cambiara la caldera por una de gasoil o por otra de biomasa pero que sí funcionara correctamente.

El alcalde, Vicente Tomás Estalrich, indicó ayer que están «todos los días pendientes de la caldera». «Sí, ha habido mañanas que no ha arrancado. Pero acude un técnico y la pone en marcha. Estamos encima, y la próxima semana vendrá un servicio profesional para examinarla», dijo.

Los maestros aseguran que siempre que llaman al técnico municipal acude en seguida. Pero cuando entran de buena mañana en la escuela y la caldera no ha arrancado a las 8 horas, que es cuando está programada, encuentran las aulas gélidas. Si no funciona, tienen que enchufar en las cinco aulas los radiadores que antes estaban en la casa del médico. Desde que ha comenzado el frío más intenso del invierno, los alumnos acuden a clase embutidos en ropa de abrigo. Y tienen, al igual que los docentes, siempre a mano chaquetas y forros polares por si llegan por la mañana y se encuentran la escuela como un témpano.

En el colegio incluso han cambiado algunas rutinas. Antes los niños almorzaban en las aulas. Pero estos días salen al patio y se comen el bocadillo al sol. Se está más caliente fuera que dentro.

Algunas familias, en los días de más frío, han optado por no llevar a sus hijos a clase. No se fían de que la caprichosa caldera funcione ese día. En clases de seis alumnos, ha habido días que sólo dos han asistido.

El colegio Serrella se construyó en 1999. El pasillo central tiene techo de cristal. Entra luz a raudales. Pero, cuando no funciona la calefacción, también se cuela el frío. Tiene cinco aulas. Esta escuela es una bendición para Castell de Castells. Es el mejor antídoto contra la despoblación que sufren los pueblos del interior de la Marina Alta. Escuchar a los niños jugar en el patio y arremolinarse para entrar en el cole por la mañana da vida y esperanza (también calor) al municipio.