Kora no murió sola. Voluntarias de RAMA (Rescate Animal de la Marina Alta) dejaron sus fiestas de Nochevieja para atender a esta perra de 5 años atropellada en la carretera de Jesús Pobre por un conductor desalmado que se dio a la fuga. Dos guardias civiles se implicaron hasta el tuétano. Se negaron a abandonar a este pastor alemán en la puerta de la perrera de Xàbia. Ni ellos ni las voluntarias querían rendirse. Se dejaron el alma intentando salvar a Kora. Y, si no había nada que hacer, no podían consentir que el animal muriera solo. Para ellos fueron unas campanadas amargas.

Todo empezó pasadas las diez de la noche. La fiesta de fin de año suele ser un suplicio para las mascotas, que llevan muy mal los excesos pirotécnicos. Es una de las noches que más perros, aterrorizados por tanto petardo, se escapan de las casas. Kora era un perro dócil y fiel. Sus dueños estaban fuera. Fue un tremendo infortunio que, por primera vez, se escapara. En la carretera de Xàbia a Jesús Pobre, un coche la arrolló. El conductor ni paró. Sí lo hizo el vehículo que iba detrás, en el que viajaba una pareja de británicos. Se bajaron y corrieron a socorrer a la perra. Avisaron. Pero el protocolo habitual no funcionó. Subieron al animal en su coche y lo llevaron, como les había indicado la Policía Local, a la perrera municipal, que gestiona la protectora Apasa. El veterinario municipal dijo que en ese momento no podía desplazarse. La pareja de británicos se negó a desentenderse. No podían dejar allí sola a la perra. Estaba gravemente herida. Ni siquiera se disponía de la llave para abrir la perrera y refugiar en una de las jaulas al animal. Había que dejarla fuera y atada a la puerta. La pareja de británicos optó por avisar a la Guardia Civil y a las voluntarias de RAMA.

Acudió una patrulla de la Benemérita. Las voluntarias dejaron apresuradamente sus celebraciones de Nochevieja. Ya podía ser la fiesta más señalada del año. Tenían que auxiliar a una perra gravemente herida. Las voluntarias llegaron a toda prisa. Llevaban un botiquín especial para atender al animal. «Si hubiera tenido una pata rota, le hubiéramos hecho un torniquete; lo hemos hecho mil veces. Pero sus heridas eran internas y gravísimas», explicó ayer a este diario una de las voluntarias.

Y tampoco era cuestión seguir en la puerta de la perrera, a oscuras, a la intemperie y con un frío que helaba los huesos. Los agentes dijeron que cargaban en su coche patrulla al pastor alemán y se lo llevaban al cuartel. No les importó que hacerse cargo de los animales no sea una competencia de la Guardia Civil. Para ellos era una cuestión de humanidad.

Ya en el cuartel, una de las voluntarias, que es veterinaria, examinó en profundidad a Kora. Se cercioró de que no había nada que hacer. La perra agonizaba. Murió nada más inaugurarse el año nuevo. Las voluntarias la acariciaron hasta que su corazón dejó de latir. Fue una Nochevieja triste. Pero las voluntarias y los guardias civiles acompañaron hasta el final a Kora. Su implicación sí deja una lección de esperanza para el año nuevo.