«Las heridas del expolio del abrigo de Benirrama nos avergüenzan. Pero no soy partidario de taparlas. Debemos recordar siempre que no fuimos capaces de conservar ese arte excepcional». El catedrático de Prehistoria de la Universitat d'Alacant, Mauro Hernández, vivió el robo de las pinturas rupestres que unos saqueadores arrancaron con una sierra radial en 1993 del abrigo de Benirrama, en la Vall de la Gallinera, y no olvida el impacto de ese atentado contra el patrimonio. Fue él quien acudió al juzgado de Dénia a presentar la denuncia. Ahora, 25 años después, ha participado en las jornadas «prehistoria y arte de las montañas de Diania», organizadas por la Unió Cultural d'Amics de la Vall de la Gallinera. Ofreció la conferencia «un legado milenario; el arte rupestre de la montaña de Alicante» y habló, claro, de un expolio nunca resuelto.

Dijo que el robo se perpetró en la Pascua de 1993. El testimonio de vecina, que le relató que había escuchado una sierra y creía que se cortaba leña, le permitió afinar el momento del expolio. También consultó con un especialista en trabajar la piedra, quien le transmitió sus dudas sobre que los ladrones del arte rupestre hubieran conseguido extraer de una pieza las pinturas. «Nos indicó que era muy probable que los cuadrados se hubieran partido y que luego se reconstruyeran».

La denuncia que la dirección de Patrimonio de la conselleria de Cultura y el Ministerio de Cultura trasladaron a la Interpol respondía a una sospecha muy concreta. Los indicios, reveló este experto, apuntaban a que las piezas las podía tener una red de Dénia que vendía en el mercado negro del arte en Europa ánforas romanas. «Y años después se habló de que un anticuario de la Marina Alta podía tener las pinturas», advirtió.

Pero ahí acabaron las pistas. 25 años después la Unió Cultural d'Amics de la Vall de la Gallinera ha rescatado del olvido el expolio. Mauro Hernández aplaudió que la sociedad se implique en la defensa del arte rupestre del arco mediterráneo, declarado hace ahora 20 años Patrimonio de la Humanidad. El experto recordó que acompañó al inspector de la Unesco que visitó los abrigos y cuevas para valorar la trascendencia de estas pinturas rupestre. También acudieron al yacimiento de Benirrama. «Allí se cercioró de que ese título también era necesario dado que estábamos ante un arte frágil y vulnerable».

Destacó que el arte rupestre de la Marina Alta, el Comtat o la Safor es «excepcional» por el número de representaciones y, sobre todo, por el amplísimo periodo que abarca. Mauro Hernández ha ayudado a desmontar la creencia de que los grabados y pinturas descubiertos en este territorio eran del periodo neolítico. Ahora ya está más que confirmado que hay manifestaciones del paleolítico. «La Cova Fosca, en la Vall d'Ebo, ya rompió un esquema tradicional. Allí teníamos arte de la misma cronología que el cantábrico», indicó este experto que abogó por introducir el concepto de «paisaje cultural» para explicar una manifestación artística muy ligada a la montaña y el entorno.