Silencio y recuerdo. Sí, pero los cementerios de la Marina Alta también desvelan historias vivas, palpitantes, que perduran más allá de la muerte. Camposantos abonados a la curiosidad. Incluso se pueden encontrar reliquias de la ciencia forense como esa «pedra tomia» del antiguo cementerio de Xàbia (no se entierra desde 1988) en la que se hacían las autopsias en el siglo XIX. Una acanaladura recogía la sangre y fluidos de los cadáveres. Tocar esta piedra provoca escalofríos (es de gélido granito). Este mismo cementerio guarda panteones de piedra tosca de singular belleza. El que se sostiene en leones lo esculpió para sí mismo el maestro tosquero Vicent Bisquert, conocido como Vicent de Gràcia, reivindicado ahora por el ayuntamiento (le ha dedicado la plazoleta en la que está la creu coberta que también es obra suya). Y ya en el terreno de lo inquietante entran las tumbas de niños que representan una cuna. Tienen un punto tétrico.

El camposanto de aire más romántico de la Marina Alta es el Cementiri dels Anglesos de Dénia. Todavía se le adivina la traza victoriana. Reposaron los restos mortales de 14 británicos de familias de comerciantes de la pasa. No podían recibir sepultura en el cementerio católico, ya que eran protestantes. El primer funeral se ofició en 1856. Aquí se enterró a Reginald Rankin, fallecido cuando sólo tenía un año. El camposanto se abandonó a principios del siglo XX y las familias se llevaron los restos de sus difuntos. La maleza se ha apoderado del lugar. La parcela es privada. El ministerio de Medio Ambiente inició la expropiación en 2007, pero desistió cuatro años después. El fantasmagórico Cementiri dels Anglesos se asoma a la playa de la Marineta Cassiana. Es un monumento tan bello y evocador como desconocido.

Pero no hace falta irse al siglo XIX para hallar espacios funerarios originales. Pedreguer amplió en 2009 su cementerio. Beatriz García Morales, de QB Arquitectos, ideó una sala de meditación despojada de símbolos religiosos, pero poderosamente alegórico. Es un cubículo rodeado de una lámina de agua que remite al río Aqueronte. Mientras, el espacio de meditación tiene fuerza mitológica. Emula la barca de Caronte, el barquero que guiaba las sombras errantes. Los bancos interiores son troncos de madera y están encarados a un muro de metal agujereado que evoca un cielo constelado de estrellas.

Mientras, el cementerio municipal de Dénia conserva el muro donde la dictadura de Franco fusiló tras la Guerra Civil a 50 republicanos. Y también hay una estela funeraria que recuerda a un marino francés que murió el 9 de junio de 1938 (hace 80 años) al bombardear y hundir la aviación legionaria italiana el mercante Brisbane, atracado en el puerto dianense.

Y otra curiosidad con marchamo literario: en el cementerio de Benissa descansa el gran escritor afroamericano Chester Himes, un genio de la novela negra.