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La Caseta del Sariero, el último reducto de la vida tradicional en el Montgó

Joaquín Sellés, de 69 años, ha cuidado durante toda su vida con mimo el «casup» que ya perteneció a su bisabuelo y que es un ejemplo de sabiduría rural y ecología

El horno de escaldar la pasa

«Recuerdo que cuando tenía 4 años ya subía con mi padre. Él guiaba al macho y yo iba detrás, cogido a una cuerda con la que nivelaba la carga de algarrobas que llevaba el animal sobre el lomo». Joaquín Sellés Mata, El Sariero, cumplirá 70 años el próximo 31 de diciembre. Es extraña la semana que ha dejado de recorrer la senda que lleva a su casup del Montgó.

Un casup es a la Marina Alta lo que la barraca a la Albufera de València. Y ya quedan pocos en pie. Los que han sobrevivido al abandono del mundo rural se pueden contar con los dedos de ambas manos. Y el último que perdura en el Montgó es el de El Sariero. Es un tesoro etnológico. Más que eso. Su humilde arquitectura se cimenta en la sabiduría rural y la ecología. No es que se integre en el paisaje. El casup es paisaje.

La Caseta del Sariero está en la ladera de Xàbia del parque natural. Un trecho más arriba queda la Cova Ampla del Montgó. Joaquín Sellés no sabe cuando se puso la primera piedra de esta pequeña construcción de 53 metros cuadrados en la que todo es aprovechamiento racional del espacio. El arco de entrada da a un porche muy habitable. Su dueño tiene listas las maderas para colocarlas en los dos vanos (aparte del arco hay una pequeña entrada en un lateral) y evitar que se cuele el viento y el frío.

Luego hay una pequeña dependencia que hace las veces de almacén, cocina (tiene una chimenea) y sala de estar. Las alacenas guardan productos modestos. «Aquí siempre hay arroz y patatas. Lo suficiente para pasar una semana sin problemas», explica Joaquín. Y luego está la habitación, que dispone de una cama a ras de suelo y otra elevada y en perpendicular a la primera. Es imposible utilizar mejor el estrecho espacio. De cada centímetro se saca partido.

Joaquín Sellés ha cuidado con mimo este casup. Está enjalbegado. Cuenta con una cisterna que recoge el agua de lluvia del Montgó y con un horno de leña. La Caseta del Sariero también custodia la memoria de la pasa. El horno del escaldar la uva está intacto. «Aquí la pasa se secaba como en todas las casas, sobre cañizos, pero también se colocaba directamente sobre los muros de piedra en seco», recuerda el dueño.

Y, ¡maravilla!, esta casita tiene luz eléctrica y agua corriente que llega de la cisterna. Una placa solar y un generador oculto sabiamente en el bancal producen la energía. Además, la orientación sur de esta casita es magnífica. La nueva arquitectura sostenible tiene mucho que aprender de estas construcciones tradicionales. La casita está en un terreno abancalado de más de 17.000 metros cuadrados. Su propietario cuida los algarrobos, poda las lavandas y planta en un rodal trigo y guisantes.

El Sariero muestra la primera escritura del terreno y la casita. La hizo su bisabuelo, José Grimalt Pizarro. Y está fechada en 1897. Pero el casup ya debía existir antes.

Cuando sube con sus amigos o con su mujer y otras parejas, todos tienen la misma impresión. «Me dicen que aquí se está como en el cielo. Pero yo les corrijo: ´no estamos tan arriba, sino a la mitad´», comenta con una sonrisa.

Joaquín Sellés se siente con fuerzas. Pero con casi 70 años sabe que llegará el día que le costará subir a este lugar que está a medio camino del cielo. Ha puesto a la venta los bancales y la casita. El precio, «a convenir». La Caseta del Sariero es historia, paisaje y el último reducto de la vida tradicional en el Montgó. En sus proximidades, su propietario y el arquitecto municipal, Joaquim Bolufer, han documentado 28 casups en ruinas. Son vestigios. La Caseta del Sariero, en cambio, perdura intacta, viva.

Los tesoros etnológicos de la antigua vida en las laderas de la montaña de Xàbia y Dénia

Una prensa de vino y aceite

Los «casups» en ruinas guardan auténticos tesoros (escondidos, por suerte). Uno de ellos es esta piedra que formaba parte de una prensa de vino o aceite. Tiene acanaladuras y por decantación el líquido se dirigía hacia la boca. Sabiduría tradicional.

Arquitectura de piedra. Otra construcción oculta entre estas densas pinadas de la cara sur del Montgó conserva una entrada más trabajada que las habituales. Las piedras del dintel y las jambas están cinceladas con esmero. Joaquín Sellés recuerda que este «casup» lo construyeron unos canteros; de ahí que pusieran tanto esmero en esa puerta de perfecta simetría. Los muros, eso sí, son de rocas sin trabajar.

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