El historiador Luis Botella buscaba testimonios de mujeres de Benissa que vivieron la Guerra Civil. Dio en Alicante con Catalina, la hija de Pompilio Llopis, ejecutado en el año 1940 por el franquismo por ser el inductor de los asesinatos de Francisco Sendra, quien había sido cura en Calp, y Zacarías Ivars, el padre franciscano del convento de Benissa. Catalina, 82 años después de los asesinatos (ocurrieron en la noche del 3 al 4 de septiembre de 1936) y 78 después del fusilamiento de su padre, le insistió en que éste fue inocente y que pagó por los crímenes que cometieron otros. «Cuando nos despedimos, me dijo: ´Toda la vida he estado esperándote´». Luis Botella comprendió entonces que el cometido de un historiador trasciende a veces el hacer memoria. Debía hacer justicia.

Este joven historiador, que es profesor en Barcelona y está acabando su doctorado en la Universidad Autónoma de esa ciudad, empezó a investigar y a recopilar las declaraciones que se produjeron en el juicio sumarísimo, así como testimonios orales. Ha logrado reconstruir lo que ocurrió en aquella noche, «la más oscura de Benissa». Y se ha cerciorado de que el proceso contra Pompilio fue «caótico» y que estuvo repleto de «contradicciones». Botella presentó ayer las conclusiones de su investigación en un abarrotado salón de actos de Benissa. Han pasado ocho décadas, pero los vecinos quieren saber la verdad.

El investigador también ha averiguado que los otros los benisseros, Pedro Martínez, «el Roget», y Andrés Ivars, «Marreta», también fusilados por la dictadura franquista por el crimen de los religiosos, no fueron los autores materiales, aunque sí acompañaron en la Pepa (el coche de la represión de los elementos incontrolados del inicio de la Guerra Civil) a quienes acribillaron a tiros a Francisco Sendra y Zacarías Ivars, dos religiosos muy queridos en el municipio.

El historiador ha conseguido dar con la identidad de uno de los tres «asesinos» que llegaron en la Pepa desde Alicante para perpetrar los crímenes. «El jefe de la expedición era Rafael Carratalá Poveda, que tenía 38 años, era de Alicante y trabajaba de comerciante de vinos en Xàtiva», reveló Botella.

Los tres benisseros acusados sólo acertaron a recordar durante el juicio el nombre de Carratalá y nunca se pudo dar con esta persona, indicó el historiador.

Botella aseguró que cuando la Pepa llegó a Benissa acudió a la sede de Izquierda Republicana, donde estaban Pompilio, un labrador que entonces era el presidente del partido comunista en el pueblo y desde hacía 15 días delegado de orden público; el entonces alcalde, Francisco Ribes, y el empresario Francisco Borrell Sala. «Estos dos últimos en seguida se retiraron de escena», dijo Botella. Pero ninguno de los tres benisseros, ni luego «Roget» y «Marreta», sabían que los integrantes de la Pepa ya habían urdido los crímenes. «Estaban convencidos de que venía a hacer detenciones, pero no sabían que venían a matar», sostuvo el historiador, quien calificó el juicio contra los tres benisseros luego ejecutados de «teatro del franquismo para justificar la represión».