Los abuelos de la familia reviven la mili. Bien pronto, toca diana. Se apresuran a hacer plantón en la playa. Ya no izan la bandera. Pero sí, en plan batalla de Iwo Jima, clavan las sombrillas. Es el ritual cuartelario de cada mañana. Todo sea por conquistar un trozo de la primera línea de la playa de la Fossa de Calp.

En esta playa los sombrilleros se dan el madrugón. En Cullera no se les deja montar el campamento playero antes de las 8 de la mañana. A esa hora, salen a la carrera a ganarse la orilla. En Calp también se ha intentando meterlos en vereda. En septiembre de 2016, el ayuntamiento aprobó una ordenanza que prohíbe ocupar la playa con toallas, sombrillas y hamacas desde la medianoche hasta las 9:30. Pero este verano los sombrilleros vuelven a la carga. Y ya han tomado la orilla mientras la máquina de limpieza de la playa está en plena faena. No puede rastrillar a conciencia la arena. Hay una franja ya repleta de cachivaches playeros.

Este diario comprobó ayer que a las 8 de la mañana la primera línea de la Fossa está invadida. Los abuelos de las familias son, en efecto, los encargados de madrugar para reservar sitio. Algunos, tras extender toallas, clavar sombrillas y aposentar tumbonas se vuelven al apartamento o se van a un bar a tomar el café. Otros se quedan montando guardia y descabezando un sueñecito en la hamaca.

El madrugón es de aúpa. Sale el sol y, al tiempo, amanecen los sombrilleros. La familia llega ya a media mañana. Tiene guardado su rodal de primera línea. La orilla, en pleno agosto, es un tesoro.

Mesita con leche y galletas

También hay quien se baja ya el desayuno. Monta la mesita y allí despacha la leche y las galletas. Luego, a seguir durmiendo. Cuado se espabilan, ya tienen el mejor lugar de la playa.

En la Fossa de Calp, a las 8 de la mañana, coinciden los sombrilleros con los jóvenes que dan los últimos tumbos tras una noche de farra. Por el paseo van y vienen turistas que se ponen el despertador para salir a correr. El turismo no pega ojo. Unos mañanean y otros trasnochan.