Las pinturas rupestres (ahora se cumplen 20 años de la declaración de Patrimonio de la Humanidad del arte parietal del arco mediterráneo) descifran la prehistoria. Pero igual de revelador es subir hasta los abrigos y cuevas por quebradas sendas y, una vez arriba, girarse y mirar. El paisaje es un libro abierto.

En la Catxupa de Dénia, ese ejercicio lo explica todo. Este abrigo se empezó a visitar de formar regular hace unos meses. De momento se han realizado cinco excursiones guiadas (una al mes y la próxima es el 9 de septiembre) y están participando entre 15 y 22 personas. El director del Museo de Dénia, Josep A. Gisbert, considera, de hecho, que éste esa horquilla es la ideal. Las pinturas de la Catxupa tienen seis milenios de antigüedad y se descubrieron hace prácticamente dos días (en 1990, para ser exactos). Las describieron y evaluaron los arqueólogos Josep Casabó y el citado Gisbert, quienes contaron con el asesoramiento del experto Mauro Hernández.

Este santuario del arte rupestre incluye representaciones detalladísimas de los arqueros cazadores neolíticos. Aparecen rodeados de un paisaje en el que predominan cabras y ciervos.

En el año 2000, el abrigo se cerró con una valla metálica. Gisbert considera que ahora sería el momento de desmontar ese cerramiento y colocar otro que abrazara toda la ladera. «La Catxupa es una capilla del paisaje ancestral», afirma.

La prehistoria asoma en el arte parietal. Pero el paisaje que queda a los pies del abrigo también es historia viva. Las extensiones de viñedos, los riuraus y las casas agrícolas han permanecido inalterables. Desde la atalaya que es la Catxupa se divisa el Montgó, su valle y la partida de la Benitzaina, que conserva una magnífica casa fortificada y una ermita, ambas del siglo XVIII.

El paisaje, aunque dulcificado por los viñedos de moscatel, no es, en orografía, tan distinto al que se asomaban los cazadores de hace seis milenios. Además, aquí siguen vivos rituales antiguos como el de l´escaldà de la pansa.