El subsuelo de Dénia esconde una ciudad secreta. Bajo tierra hay historias. De amor y de muerte. Los arqueólogos escarban el secreto. Y ahora han sacado a la luz un amor eterno en la Dianium del siglo II. Han hallado un fragmento de una inscripción funeraria. Se está restaurando. Pero la experta Isabel Rodà ya la ha descifrado. Reza: «A Pompeia Maxima, que vivió 36 años. Nonius Victor a su estimada esposa». Dos personajes ilustres regresan del pasado. Su amor resucita con el hallazgo de este fragmento de una estela fúnebre.

Unas prosaicas obras para instalar contenedores soterrados de basura han alumbrado esta historia que se intuye apasionada. La intervención arqueológica previa, que se ha desarrollado en apenas 20 metros cuadrados, también ha sacado a la luz los vestigios de un funduq (una hospedería) islámica del siglo XI. De una tacada, los arqueólogos (la excavación la ha dirigido Josep Marqués) han rescatado un pedazo de la Dianium romana y otro de la taifa de Daniya. Dénia es una ciudad de aluvión; una se levanta sobre otra.

El director del Museo Arqueológico dianense, Josep A. Gisbert, ha destacado que el hallazgo de la inscripción funeraria constata que esta zona, situada al sur del promontorio del castillo, tuvo actividad urbanística de viviendas domésticas y cementerios. El epicentro de Dianium estaba al otro lado, en el Hort de Morand, donde se hallaban el forum y el portus. Pero aquí, en la confluencia de las calles La Mar y Foramur (es donde se ha realizado la excavación) y en las calles Temple de Sant Telm y Cándida Carbonell también había vida y muerte. Roc Chabàs ya escribió sobre el hallazgo en esta zona de sepulturas de obispos de Dianium.

Y las estructuras arquitectónicas del funduq o alhóndiga ayudan a reconstruir el urbanismo de la Dénia islámica. Estas hospederías abundaban en la floreciente taifa. Se han descubierto en los últimos 25 años evidencias de siete de estos edificios. Eran de planta cuadrada o rectangular, ocupaban entre 200 y 500 metros cuadrados y tenían un patio con aljibe o pozo central. El más relevante, por volumetría, que se ha documentado es el que está en el solar del colegio Maristas.