Hay paisajes perdidos para siempre. La antigua fotografía que se reproduce aquí rezuma encanto. Sobre el puente de piedra tosca, el antiguo puente de Triana, se agolpan los vecinos, que se protegen del abrasador sol con umbelas (quitasoles, vamos). Un pescador viste atildado, como de domingo. Y a la izquierda se alza una casita que expresa toda la belleza de la arquitectura tradicional de la Marina Alta. El porche de tres arcos de piedra tosca es una joya.
Hace ahora 25 años, la piqueta acabó con el último vestigio de ese bucólico paisaje. Se derribó la casa, que entonces acogía la kábila de los Jalufos, filà fundadora de los Moros y Cristianos de Xàbia. En el solar, se construyó una finca. En aquellos años, pese a que ya era imperativo salvar el patrimonio, se cometieron barbaridades como la de derribar el castillito gemelo del palacio de Ripalda de València o la preciosa casa de la Criminala. Por suerte, antes de tirar la casa del Pont de Triana, el ayuntamiento firmó un convenio con los propietarios para preservar la arcada de la naia (porche). Los operarios municipales lo desmontaron in extremis. Una máquina ya había convertido la vivienda en cascotes.
Veinticinco años después, este diario ha preguntado sobre el destino de esas piedras. Están arrumbadas en un almacén municipal. Los trabajadores no utilizan la palabra apiladas. Manejan un peculiar argot. Las columnas, el capitel y los arcos de piedra tosca están «paletizados», lo que significa que se hallan sobre palets. El palabro es feo con ganas. Por lo menos, están a salvo, que, a estas alturas, era fácil que se les hubiera perdido la pista para siempre.
La casita, construida en el siglo XIX, tenía su historia. En ella, llegó a vivir el artista Juan Bautista Soler Blasco, gran activista cultural y alcalde entre 1974 y 1979.
