Mejor reir que llorar. Los comerciantes de la calle La Mar, que está patas arriba por unas obras de reurbanización que hasta ahora no avanzaban, están que trinan. Pero el enfado no es obstáculo para los arranques de humor. Uno de los comerciantes ha querido poner una nota de color en la entrada a su negocio. Ha colocado sobre la pasarela (la acera está abierta con una zanja) cesped artificial y macetas con flores. También ha sacado una pequeña piscinita. El negocio, de artículos y moda surfera, le echa imaginación a las molestas obras.

Los trabajos en la calle La Mar, que deben acabarse en cinco meses, ya empiezan a coger algo de ritmo. Empezaron con mal pie. Al abrir las primeras zanjas se descubrió que había viviendas que no estaba conectadas al alcantarillado. Las aguas negras iban a un canal subterráneo y a fosas sépticas. El subsuelo es aquí una cloaca. Antes de proseguir con la reurbanización, había que solucionar ese problema de contaminación.

Mientras, la calle que, por fin, se abrirá la próxima semana es Colón