Estrecho es poco. El colegio público Graüll de Xàbia se ha quedado diminuto. El secretario autonómico de Educación, Miquel Soler, debió sentirse ayer un poco como Gulliver en Liliput cuando, para pasar de un ala a otra de esta escuela, construida en los años 60, se tuvo que agachar y entrar por un angosto pasillo. El colegio tiene, además, barracones. Se edificó para unos 150 alumnos y ahora tiene 406. El ayuntamiento ha pedido la rehabilitación integral del centro, pero la conselleria estudia tirarlo y levantarlo de nuevo.