Gonzalo Blanco se puso tras la cámara con la idea de investigar las causas de la desaparición del tramo de playa de les Marines conocido como el Blay Beach, donde su abuelo compró en 1952 una preciosa villa que es el tesoro de la familia. «Mi abuelo conoció esta playa con 200 metros de arena. Junto a un vecino, plantó sandías y melones. Otro vecino tenía en la playa doscientos olivos», explicó ayer Blanco, responsable de Marblanc Producciones.

Pero la realidad es como un trolebús. Imposible de esquivar. Y mientras este vecino, exabogado especializado en compra-ventas inmobiliarias y ahora autor de audiovisuales, rodaba su documental, surgió el proyecto urbanístico de las Olas, una finca de apartamentos de tres plantas más dos de ático (casi 20 metros de altura), que la promotora Euro Holding quiere levantar en primera línea de este litoral en regresión. Sin cambiar el paso, Gonzalo Blanco habló con los vecinos que rechazan el proyecto e incluso con la consellera de Medio Ambiente, Maria José Salvador, quien le dio el desalentador argumento de que, «evidentemente, en algunas actuaciones hemos llegado tarde».

«Sí, también intenté hablar con la promotora. Pero personas próximas a ellos me lo desaconsejaron», indicó el autor del documental.

El trabajo, que se estrena hoy a las 19 horas en la Casa de Cultura de Dénia, mezcla la visión más nostálgica de la pérdida de «una playa idílica» con la opinión de expertos. El catedrático de la Universidad de Valencia, Josep Ramon Medina, que es también director del laboratorio de Puertos y Costas, dice tajante que no se debería construir por debajo de los dos metros del nivel del mar.

El documental descubre que esta costa ha sufrido numerosas agresiones. La construcción del puerto de Dénia y de la escollera norte han alterado la dinámica litoral. La presa de Isbert, que nunca funcionó ya que el agua se filtraba, retiene los áridos que antes el río Girona aportaba a las playas. Incluso la antigua cementera Cemesa (la de la fábrica de Porland) extrajo arena a camiones de las playas. «Se ha alterado la dinámica litoral sin realizar ningún estudio», sentencia Julio Barea, de Greenpeace.