Del Calvari, que históricamente ha sido una de las partidas más humildes de Xàbia, a triunfar en la industria del automóvil y fundar una empresa, AUSA, que hoy exporta maquinaria de la construcción a todo el mundo. La historia de la familia Tachó de Xàbia es de película. Los hermanos Antoni y Guillem, ya fallecidos, encarnan la superación, la innovación y el riesgo. Hoy se ha acuñado la palabreja «emprendurismo». Los Tachó no la escucharon en su vida.

El historiador Antoni Espinós, de la Fundació Cirne de Xàbia, ha rescatado la peripecia de estos hermanos, «nacidos circunstancialmente fuera de Xàbia por la profesión de carabinero de su padre, pero totalmente vinculados a su pueblo».

Espinós, que lamenta que Xàbia no rindiera homenaje a Antoni y Guillem antes de que fallecieran (el primero murió en 1998 y el segundo en 2013, a los 101 años de edad), subraya que sus orígenes no pueden ser más xabiencs. Su abuelo fue Guillem del Calvari y sus padres Josep Tachó y Eufrasia Pedrós, del carrer Estret. El padre era carabinero y, por sus continuos traslados, la familia vivía con las maletas hechas. Antoni nació en Elx y Guillem en l'Olla d'Altea. En 1930, destinaron a Josep a Badalona. Y sus hijos empezaron, al principio con muchas dificultades, su aventura en la industria automovilística.

Guillem se empleó como aprendiz en la fábrica Hispano Suiza. Y Antoni abrió en 1932 un taller en Manresa. Lo bautizó como «Garatge Tachó». Su hermano pronto dejaría la fábrica y se iría al taller, donde pudo desarrollar con total libertad su gran pasión por la mecánica.

Y de la necesidad se hace virtud. Antoni Espinós destaca que en aquellos años de escasez de materiales y recambios y restricciones de combustible, los hermanos Tachó echaron mano de «inventiva y habilidad mecánica». «Rehicieron piezas y componentes y mejoraron el sistema de combustión de los vehículos a motor. Crearon equipos de gasógeno y, sobre todo, inventaron el carburador Tachó», apunta el historiador.

Entre reparaciones, los hermanos encontraron tiempo para crear su primer coche. En 1950, lanzaron el «Ballena», un automóvil de líneas elegantes; arriesgadísimo para la época. Su moderno diseño todavía sorprende. Los Tachó, sin embargo, tenían en mente desarrollar un utilitario, un coche más acorde con aquellos tiempos de penuria de la posguerra. Idearon el «Tachó», luego bautizado como «Coca», que ya anticipaba la apuesta por el microcoche que vendría después.

Los hermanos tenían las ideas y la capacidad técnica. Pero les faltaba el capital. Se aliaron con dos industriales de Manresa, Maurici Perramón, que provenía del sector textil, y Josep Vila, que era carnicero. Y lanzaron en 1956 el PTV (las iniciales de Perramón, Tachó y Vila), el primer automóvil de fabricación totalmente española. Este microcoche competía con el Biscúter, el Goggomobil y la Isetta. Es un icono. Sobresale entre los microcoches por su excelente acabado y sus armoniosas líneas. Se venía por entre 44.000 y 55.000 pesetas. Hasta 1961, los socios, que ya habían creado la empresa AUSA (Automóviles Utilitarios, S. A.), fabricaron 1.325 unidades.

Los hermanos Tachó supieron luego reinventarse. Los microcoches no tenían futuro. La empresa estatal SEAT había hundido este sector al lanzar el 600. «El auge de la construcción de aquellos años reclamaba una urgente mecanización que simplificara y acelerara los procesos de edificación», recuerda Espinós. Y los Tachó inventaron el famoso «dumper», una carretilla-volquete que triunfó en la construcción, sector en el que se especializaron. AUSA, de hecho, es hoy materia de estudio en las universidades como empresa pionera en la internacionalización. Y tras ese milagro empresarial está una familia originaria de Xàbia.