Los pinos llegaron antes de ayer al Montgó. Las reforestaciones «innecesarias» de Pinus halapensis llevadas a cabo en los años 40 y 70 modificaron el paisaje y crearon un bosque que se fue haciendo denso, que generaba mucha biomasa y que era terreno abonado para los incendios. Esa es una de las conclusiones de la memoria de actuaciones de restauración ambiental llevadas a cabo por el Ayuntamiento de Xàbia tras el incendio que en septiembre de 2014 arrasó 444 hectáreas del parque natural del Montgó. Esa memoria, realizada por el botánico Jaume Soler y el biólogo Ignasi Astor, acaba de ver la luz. El consistorio terminó los trabajos ambientales el pasado 21 de marzo. El alcalde de Xàbia, José Chulvi, llevó el informe a la junta rectora del Montgó de esta misma semana. Es más que un resumen de la labor que se ha llevado a cabo para alentar el ya más que incipiente renacer vegetal del cabo de Sant Antoni y la Plana (fueron las zonas más castigadas por las llamas). Define las pautas de gestión del bosque del futuro de esta montaña litoral.

Una secuencia desde 1905

La memoria retrata perfectamente la evolución del paisaje del Montgó en el último siglo. Sus autores han hallado incluso una fotografía de 1905. Entonces no había ni rastro de pinos. El bosque era de acebuches y carrascas. Esas especies favorecían que crecieran arbustos autóctonos como la lavanda, el lentisco, el palmito o el coscojar.

Pero con las repoblaciones de pinos de los años 40 y 70 la montaña perdió diversidad botánica, aunque, aparentemente, al hacerse los nuevos bosques más densos el Montgó parecía más exuberante. Los autores de esta memoria advierten de que esa proliferación de pinos agravó los grandes incendios sufridos por el Montgó.

Ahora, con los trabajos de restauración ambiental, se está favoreciendo un bosque maduro y sostenible de acebuchares y carrascales. El informe plantea eliminar especies pirofíticas y «plántulas» (brotes) de pinos. Avisa de que la gestión forestal puede evitar que los futuros incendios «se conviertan en sucesos devastadores».

La memoria también incide en la capacidad de regeneración del Montgó. A los 40 días del desastre, ya rebrotaron la endémica Carduncellus dianius (de gran interés científico), los palmitos (margalló), el lentisco o el ullastre (acebuche). El bosque del futuro, que también era el viejo bosque, ya asomaba para quedarse y empezar a dibujar un paisaje más resistente a los incendios y más sostenible.