La Hermandad del Silencio volvió anoche a adueñarse de todo el pueblo de Calp. Al sonido de las doce campanadas de medianoche impuso su voluntad, el alumbrado se apagó y quiso que la única luz que alumbrara su paso fueran las tenues velas de los faroles que portaban los hermanos. El Silencio recorrió las calles de Calp a oscuras y enmudecido, ante la mirada de cientos de testigos que cada año acuden expectantes a esta procesión.

La puesta en escena, minutos antes, ya había llamado al recogimiento. Dos cornetas llamaron desde la terraza de la iglesia al silencio. Tras ellos, se abrió el portón de la iglesia Verge de les Neus y las siluetas de los penitentes empezaron a desfilar, aunque apenas se les veía ya que desde el exterior sólo se distinguían pequeñas luces rozando el suelo.

Entonces, los acordes de la Muixeranga -marcha de procesión valenciana cargada de sentimiento- se atrevieron a romper ese silencio impuesto, son los únicos que «pueden» hacerlo, y ahí, algún presente, ya tuvo que contener el aliento.

La Muixeranga también anunció la presencia de la talla, el Crist de la Suor, patrón de Calp, que apareció tras los portones portado en andas nuevas. La imagen sobre plata y negro apareció sobrecogedor, humilde pero impactante. Rendido y crucificado, en el último episodio de la Pasión, sabiéndose que tras ese calvario, ya el último, a solas y en silencio, a su regreso sólo le iba a esperar la muerte.

La procesión recorrió la calle Mayor, Llibertat, la plaza del Mosquit, María Jorro, la plaza Manuel Miró, Dos de Mayo y Reverendo Penalva para volver de madrugada a la iglesia.