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Pescar en la orilla

La tradición de capturar pulpos y erizos para consumo propio ha estado en un tris de desaparecer

Pescar en la orilla

La tierra y el mar se disputan un territorio que no pertenece a ninguno de los dos y que tiene vida propia. La franja en la que se libra ese combate incruento es la orilla. Ahora, con las calmas de diciembre y enero, cuando el mar se amansa, en esa tierra de nadie renace la actividad tradicional del marisqueo. En la costa de la Marina Alta, sobre todo en Xàbia y Dénia, ahora se ven a algunos pescadores con el «asta» capturando erizos y a otros rastreando la costa de rocas en busca de pulpos. También en playas hasta hace nada tomadas por los turistas se apostan pescadores de caña.

La veda del «eriçó» o «bogamarí» (este último y singular vocablo es el que se utiliza en Xàbia para referirse a los erizos) se levantó el pasado 1 de diciembre. Estos equinoideos, que alcanzan ahora su madurez, se podrán capturar, pero siempre con la técnica tradicional, hasta el próximo 28 de febrero. Cada pescador puede hacerse con dos docenas. La pesca del erizo de roca es para consumo propio. De hecho, los restaurantes de la Marina Alta ya no sirven el erizo de estas zonas (todavía, sin embargo, puede que alguno se abastezca de capturas furtivas) sino que compran el gallego. En la gastronomía de Dénia y Xàbia, el «eriçó» es una exquisitez. Su intenso sabor a yodo y mar lo convierten en un manjar único. Los entendidos afirman que nada condensa con tanta fuerza el aroma del Mediterráneo, ni siquiera la apreciada gamba roja.

Pero el erizo estuvo en un tris de desaparecer hace unos años por su pesca masiva. El Consell aprobó en 2005 un decreto para regular su extracción. Los excesos incluso estuvieron a punto de llevarse por delante la costumbre, muy arraigada, de coger un puñado de erizos. Las multas de más de 600 euros espantaban a esos pescadores ocasionales, a los vecinos que, por tradición, aprovechan las calmas para marisquear en la orilla.

El decreto perseguía, sobre todo, acabar con las extracciones masivas de los buceadores furtivos. Hace unas semanas la policía de Xàbia todavía sorprendió a dos submarinistas que ya se habían hecho con un botín de 300 erizos. Es evidente que las capturas furtivas siguen dando dinero. Esos buceadores se exponen a las multas porque tienen apalabrado con algún restaurante venderles las piezas.

Las restricciones y las sanciones han ayudado, según marineros expertos consultados por este diario, a salvar una especie muy esquilmada. En las orillas de roca de Els Pallers, el Muntanyar o el Portitxoll, en Xàbia, vuelven a verse erizos. Sin embargo, todavía no han regresado a Les Rotes, en Dénia; un poco más allá, en la Cova Tallada, los «eriçons sí vuelven a adherirse a las rocas de ese universo de vida que se llama orilla.

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