Los juegos retratan, perfectamente, la evolución de la sociedad. Ahora son introvertidos y virtuales. Juegos para autómatas. Los niños que acudan estos días a la Fundació Cirne de Xàbia, donde este viernes se inaugura la muestra Xiquets i joguets, descubrirán que antes, para jugar, bastaba con salir a la calle. La exposición saca a la luz fotografías de principios del XX y de la posguerra en las que los chicos aparecen con bicicletas, caballos de madera y cochecitos y las chicas, con muñecas. Los juegos, claro está, eran entonces sexistas.
Esos juguetes que se ven en los retratos solo estaban al alcance de las familias bien. Pero la Fundació Cirne también ha recuperado los humildes juegos de calle. No hay fotos de remolinos de chavales. Pero, en las vitrinas, sí están sus sencillos pasatiempos: les boletes, peonzas, pelotas de tafarrot, el canut, els cartons o las cuerdas de saltar a la comba.
Además, la exposición recrea una calle (le falta, eso sí, el polvo y el empedrado), bautizada como carrer del joc de la tella. Allí está el tradicional sambori. En un librito editado para la muestra (los textos son de José Francisco Erades y las ilustraciones de Fernando Sala), se hace repaso de todos estos juegos populares, los de triar qui paga, los de pillar o los de colla i fer rogle.
La exposición reivindica la calle y la imaginación como motores del juego. También el placer de ser niño. Remite a un tiempo en el que «los niños jugábamos en la calle, mirándonos, tocándonos y enfadándonos», explicó ayer el presidente de la Fundació Cirne, Enric Martínez. «Ahora, en cambio, se juega sin levantar la vista de la maquinita».
Los escolares de Xàbia visitarán esta muestra y seguro que se maravillan ante lo sencillo que antes era divertirse. Ahora Peter Pan solo vuela en los videojuegos.
