Calp vibró ayer con su fiesta de Moros y Cristianos en honor al Santissim Crist de la Suor con uno de sus actos más importantes: la entrada de tropas de la Media Luna y de la Cruz, que recorre la principal avenida del municipio, Gabriel Miró, hasta la playa. Dejó una atmósfera de leyendas que entremezcla la historia y la devoción. Como era de esperar, la vistosidad de los trajes iluminó el recorrido, el lujo de las carrozas sobresaltó en el ambiente, el espectáculo de los ballets al ritmo de las bandas de música dejaron a los cientos de asistentes encandilados. Sin embargo, un corte de luz que afectó a varias calles de la población obligó a finalizar la entrada a oscuras, restando vistosidad al paso del capitán moro, a pesar de que se interrumpió el desfile varios minutos para comprobar si se reanudaba el suministro eléctrico, cosa que no sucedió.

Como marca la tradición calpina, los ejércitos llegaron encabezados por la Abanderada de la Asociación, M.ª Ángeles Penella, de la filà Contrabandistas. Una amazona, Maria Penella, le abría el paso. La abanderada llevaba el traje del día del pregón de las fiestas. Junto a ella desfiló el ballet, que portaba unas arpas en clara referencia a su profesión, puesto que tocaba en la banda de música de Calp y fue directora de la Escuela de Música de la localidad. Su traje de color morado y pistacho era cristiano, no Contrabandista, según explicó a este diario la misma Penella horas antes del desfile. Esta decisión venía por su intención de representar a todo el bando y no sólo a la filà a la que pertenece. Penella además contó a este periódico que está viviendo unos días muy especiales, en los que está disfrutando las fiestas «desde otro punto de vista» y llevando el cargo «con orgullo», tratando de dejarlo «en la posición que merece».

Finalmente, los defensores cristianos hicieron acto de presencia anunciados por el Alférez infantil Miguel Ivorra, de la Filà Almogávares, quien llegó sobre su carroza. Después, desplegaron su poder al paso de las marchas con sus cinco filaes: Almogàvars, Contrabandistes, Mossàbards d'Ifac, Marins Corsaris y, finalmente, el lucido boato del Capitán Cristiano y su Primera Dama, Carlos y Carla Gustems, de la Filà Templaris.

Bonita fue la llegada de estos dos últimos. El capitán iba con su traje típico, de azul y blanco, decorado con metal, pedrería y pelo blanco. Iba subido encima de una plataforma sostenida por tres estatuas que representaban a templarios arrodillados.

El desfile como es habitual desplegó todo su colorido, contó con la participación de dos escuadras valencianas, amigos de la filà capitana. Seis caballos hicieron las delicias de los asistentes, desatando el aplauso y admiración del público y la primera carroza representaba a un castillo medieval, cuyo ballet que le seguía representaba a las gárgolas.

Desfile de las tropas sarracenas

El turno de la entrada de tropas sarracenas fue anunciado de la mano de su Alférez infantil, Matíes Pastor, de la filà Moriscos, anunciado por su abanderada Teresa Pastor, quien también llegó sobre una carroza. Él trajo los olores y colores de oriente y del desierto, y los desplegó por la avenida para anunciar las seis filaes moras: Moriscos, Tuareg, Berberiscos, Califach, Almoràvides y el espectacular boato del capitán Moro y su favorita 2015, Xavier Mesegué y Mª Ángeles Escortell de la filà Mascarats, acompañados de su abanderado Jordi Ferrando.

Durante el paso quisieron representar una historia que tenía como protagonista Mascarat que, según contaba la leyenda, era un hombre huraño que vivía en el Collado cuando fue desterrado. El hombre guardaba un secreto: quien fuera capaz de derrotar a la serpiente, se haría con el tesoro. Así que unas tropas sarracenas secuestraron a Mascarat y le hicieron revelarlo. Tras ello, con diferentes encantamientos logaron el botín.

Para representar todo ello, estuvieron acompañados por el Master Ballet, que recreaba a la mencionada serpiente, un icono del mundo árabe. El desfile estuvo lleno de diferentes objetos de valor, como leones dorados, cofres y joyas, en referencia a la historia que quisieron representar y el tesoro que escondía el Collado. Tras la aparición en escena de la favorita, llegó el momento del capitán moro, que iba subido a su carroza, de tonos rojos y dorados. Una estructura de 21 metros de largo, gracias a la unión de los dos vehículos especiales y que acababa con el arca de la alianza. Además, éste es el séptimo año que els Mascarats ejercen la capitanía, por ello quisieron rendir homenaje a todos los festejos portando los siete banderines que lo acreditan. Por último, su bando lo cerró el escudo.

Al mediodía, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, estuvo comiendo junto a los festeros al mediodía. Una imagen curiosa que no dejó indiferente a nadie en la ciudad. Además, el secretario de Estado Antonio Beteta firmó en el Libro de Honor del ayuntamiento y señaló en su reseña que «esta fiesta escepcional debería ser de Interés Turístico nacional».