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Toros bajo control

Diez muertes en encierros este verano provocan que los «bous al carrer» suban la seguridad

Toros bajo control

Las nueve muertes ocurridas este verano en festejos taurinos nueve muertes en distintos pueblos de la geografía española, más el hombre que murió en Gata de Gorgos al caer al suelo mientras presenciaba los bous al carrer han provocado que se ponga aún más atención en las medidas de seguridad. Durante la época estival, la mayoría de los municipios de la Marina Alta celebran sus festejos. Algunos cuentan con presupuestos más elevados por lo que la programación es mucho más diversa, otros en cambio tienen que ajustar los presupuestos al máximo. Pero lo que casi nunca falla en muchos pueblos de la comarca son los bous al carrer. A casi ningún concejal de Fiestas se le ocurriría quitarlos de la programación porque seguramente sería su sentencia como político. En la comarca existe una larga tradición taurina, en muchas de las plazas se pueden ver a abuelos y nietos disfrutando del festejo. Hasta no hace mucho lo hacían detrás de las barreras protectoras, ahora la normativa obliga a que pasen la velada en las tribunas, fuera del peligro que siempre tiene un astado. El constante goteo de accidentes que se han producido en este tipo de festejos locales han hecho que las autoridades extremen las medidas de seguridad, y una de ellas pasa por no dejar entrar a personas menores de 16 años ni con edad avanzada en los ruedos, ni siquiera en las ratoneras.

Para ello, los grupos taurinos locales se encargan de mantener a raya las ganas de saltar al ruedo. «Normalmente nos situamos en varios puntos de la plaza y vamos rodando vigilando que no se cuele ningún niño», explica José, uno de los miembros de la Comissió de Bous de El Verger, que cierra este fin de semana sus fiestas locales con varios encierros al día. El que se celebra a mediodía tiene media entrada, según José, «porque muchos jóvenes están con resaca», algo que les viene bien a estos controladores, pues «nos ahorramos la faena de lidiar con alguno que se ha tomado una copa de más, tenemos bastante con los toros», apunta con una sonrisa.

El encierro sigue y cada vez más gente se anima a salir al ruedo para sortear al tercer toro de la jornada. El animal sale bravo y embiste los barrotes que protegen a los recortadores. La mayoría son del municipio, aunque hay quien viene de pueblos vecinos, incluso hay quien llega de la mano del ganadero. El dueño de los becerros, en esta ocasión de la Ganadería Cali, mira desde la puerta que da entrada a la res como se desenvuelve el festejo. Presta atención en todo momento para que nadie golpee al animal. Aunque la jornada está siendo muy limpia. También en cuanto a los heridos, pues nadie requirió de los servicios de emergencias que aguardan a tan sólo tres metros de la improvisada plaza. Dos vehículos UCI, cinco voluntarios, un médico y una enfermera forman el dispositivo sanitario contratado por el consistorio de El Verger para los bous. No han tenido que actuar en los bous al carrer y esperan que se mantenga esa suerte para la noches cuando se celebran los bous embolats, en los que siempre hay que atender alguna magulladura o herida por quemadura.

Se lleva en la sangre

A las 19.30 de la tarde suena un cohete que anuncia en inicio del encierro en Llíber, otro de los municipios que celebra sus fiestas patronales. Decenas de personas se agolpan en la calle mayor para ver las vaquillas. Parece que todo el pueblo está presente, huele a tauromaquia por todos lados. El propio alcalde está en una de las ratoneras viendo pasar los astados. Reconoce la gran tradición taurina del municipio y de gran parte de la comarca y ni se plantea por un momento eliminar de las fiestas los bous. «Si los quito, los vecinos me echan de pueblo, esta fiesta la llevamos en nuestra sangre», apunta sonriendo. Reus habla, además, de cómo ha evolucionado la seguridad en estos acontecimientos. «Antes de cada corrida unos técnicos supervisan todas las vallas, debe estar todo perfecto para evitar males mayores», dice. En las barreras también se divisan turistas que contemplan con entusiasmo el espectáculo. Es el caso del matrimonio Bonneux, una pareja de jubilados del norte de Bélgica que tiene una casa en el municipio desde hace 21 años. Conocen bien los festejos, el marido todavía recuerda algunas de las mejores corridas en la plaza de Toros de Ondara. La mujer se decanta por los recortadores, una modalidad que califica como «arte».

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