El puerto de Dénia se ha transformado extraordinariamente en los últimos años. El muelle de pesca ha quedado rodeado, a estribor, por megayates y, a babor, por pantalanes para embarcaciones de recreo. La nueva terminal de pasajeros, inaugurada en marzo, también ha cambiado la fisonomía de un recinto portuario en el que el negocio de la náutica y el ocio gana espacio.

La consellera de Infraestructuras, Isabel Bonig, y la alcaldesa de Dénia, Ana Kringe, inauguraron ayer la última obra que ha cambiado la cara del puerto. El antes "degradado" Mollet d'Espanya (el adjetivo lo utilizó la alcaldesa) es ahora una dársena privada para embarcaciones de recreo. La empresa Marina Portet de Dénia, que desde 2004 tiene la concesión de esta zona náutico-deportiva, ha construido ahora tres nuevos pantalanes (antes ya gestionaba cinco) con capacidad para 142 embarcaciones. Esa ampliación eleva a 419 los atraques. La empresa los explotará hasta 2034.

La concesionaria también ha terminado las obras del nuevo paseo marítimo de El Raset, que conecta la terminal de pasajeros con el barrio marinero de Baix la Mar.

La consellera avanzó que tras el verano la empresa creará una zona de varada y de servicios náuticos. Y todavía quedará una fase más, la de los locales comerciales, sobre todo de restauración y ocio.

Bonig subrayó que "la fórmula de colaboración público-privada" ha contribuido a "mejorar la fachada litoral de Dénia". Abogó por llevar este modelo a otros puertos valencianos. Admitió que las obras en el frente marítimo de Dénia no han acabado. "Un puerto es algo dinámico y está en continua transformación", dijo.