El centrista François Bayrou y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen son los otros dos candidatos a los que los diferentes sondeos sitúan varios puntos por debajo de Sarkozy y Royal, pero que hasta el último momento acarician la idea de dar la sorpresa y disputar la Presidencia en la segunda vuelta, el 6 de mayo.

El censo electoral consta de 44,5 millones de franceses (3,3 millones más que en 2002); llamados a elegir a un nuevo jefe de Estado entre doce candidatos que hoy están obligados legalmente a guardar silencio.

Los medios de comunicación cuentan también con restricciones, y no pueden incluir piezas que puedan ser consideradas de opinión o publicar encuestas hasta las 20,00 horas del domingo (18,00 horas GMT);.

Los sondeos de los últimos días apuntan la existencia de casi un tercio de indecisos, mientras que otro estudio, hecho público el viernes por la tarde y elaborado por CSA-Cisco, aporta la novedad de que Le Pen supera por primera vez en dos meses a Bayrou y se sitúa en el tercer puesto.

Desde hace meses todas las encuestas dan en primer lugar a Sarkozy, que ha hecho gala de un discurso enérgico en el que se presenta como el hombre que quiere restablecer la autoridad del Estado, con especial énfasis en valores como la seguridad y el liberalismo económico.

Sarkozy no niega haber "derechizado" su discurso y ha suscitado polémicas por su pretensión de crear un Ministerio de la inmigración y la identidad nacional, pero también por citar en sus discursos a figuras alejadas de su conservadurismo, desde el socialista Jean Jaurés al líder por los derechos civiles Martin Luther King o el escritor Albert Camus.

La socialista Royal es la segunda en los sondeos, aunque es quien más puede temer quedarse fuera de la ronda definitiva, por lo que en el último tramo ha pedido directamente el voto de la izquierda y ha apelado a la necesidad de aplicar valores sociales y humanos a la política.

Con su concepto del "orden justo" y su deseo de que los franceses tengan una bandera en casa y sepan "La Marsellesa", Royal ha hecho algún guiño a un electorado moderado, pero en su programa hay un bueno número de propuestas de corte social y sus discursos apuestan por hacer suyo el voto tradicional socialista y el de quienes están más a la izquierda que ella.

Gran sorpresa de esta campaña, François Bayrou ha tenido la habilidad de inventarse un espacio en el centro, aunque beneficiado por la derechización de Sarkozy y la apuesta por el voto de izquierda de Royal.

Criticado por su presunta falta de concreción en las propuestas, Bayrou ha tenido éxito en presentarse como una figura equidistante de los dos grandes partidos y reivindicar su condición de anti-sistema, favorecido por una imagen de hombre tranquilo que no suscita rechazo y que quiere unir a los franceses con un Gobierno con personalidades de diversas tendencias políticas.

Mientras tanto, Le Pen sueña con repetir la sorpresa de 2002, cuando accedió a la segunda vuelta en perjuicio del socialista Lionel Jospin, y ha mantenido su discurso tradicional contra la inmigración, aunque ha matizado sus críticas a Europa.

Perjudicado por la derechización de Sarkozy, que le puede quitar votos, Le Pen se presenta también como candidato anti-sistema frente a sus tres rivales, que han ocupado carteras ministeriales.

La campaña ha sido volátil en cuanto a temas, ya que un día se hablaba de la crisis de Airbus y otro de la inmigración, para pasar al concepto de identidad nacional o las indemnizaciones de los directivos de grandes empresas.

Sin embargo, apenas se ha debatido sobre Europa, factor significativo en un país fundador de la UE y que hace dos años abrió una crisis al rechazar el proyecto de Constitución

Fuera de los cuatro principales candidatos, los ocho restantes aspiran, en el mejor de los casos, a acercarse al cinco por ciento, hipótesis que sólo se da en los postulantes de izquierda, lo que puede perjudicar a Royal.