Como cerebro de dos matanzas que debían "pintar el cuadro más espantoso jamás visto", según les dijo a sus brazos armados antes de la segunda, Charles Manson o bien pensó incluso en la numerosa población hispanoparlante del área de Los Ángeles o bien contó con la ayuda del diablo.

El primero de los dos crímenes, en el que fueron ejecutados la actriz Sharon Tate, tres amigos suyos ("¡Vaya, sí que son gente guapa!", pensó una de las asesinas al ver a las personas a las que iban a matar) y un desgraciado que literalmente pasaba por allí, tuvo lugar en la madrugada del 9 de agosto de 1969 en el 10.050 de Cielo Drive, donde vivían Tate, embarazada de ocho meses, y su pareja, el director Roman Polanski.

El segundo, en el que corrió la misma suerte el matrimonio LaBianca (tan sueño americano que Rosemary, tras casarse con el empresario Leno cuando trabajaba de camarera, tenía su propia 'boutique' y había amasado una pequeña fortuna en la bolsa), se cometió en la madrugada del 10 de agosto en el 3.311 de Waverly Drive, en el barrio de Los Feliz.

'Jet set' cinematográfica y clase media-alta de anuncio automovilístico de la época, el Paseo del Cielo y el vecindario de Los Feliz: inmejorables víctimas y topónimos para unos asesinatos que no tenían otro móvil, en primera instancia, que causar pánico en la población. Y vaya si causaron pánico las 169 puñaladas distribuidas de manera desigual entre seis víctimas (Steven Parent, el joven de 18 años que estaba donde no debía estar, fue tiroteado). Por no hablar de las enigmáticas pintadas de 'Muerte a los cerdos' y 'Helter skelter' (caos, confusión, pero también, en Inglaterra, un tobogán en espiral) hechas con sangre de los muertos en ambos domicilios.

Magnetismo

En tanto que insondables, como el mar o el cosmos, la Familia Manson y sus crímenes (no fueron solo los dos anteriores: hubo condenas por otros dos asesinatos y sospechas de varios más, anteriores y posteriores al 9 y el 10 de agosto) nunca han dejado de ejercer un poderoso magnetismo sobre la cultura popular. También porque fueron fruto y final de la era hippy. En el 50º aniversario de esos homicidios con innegable impacto cultural, el magnestismo, claro, ha repuntado: la próxima semana se estrenan 'Érase una vez en... Hollywood', película de Quentin Tarantino en la que el sujeto tiene un papel clave, y la segunda temporada de la serie 'Mindhunter', de David Fincher, en la que Manson es uno de los psicópatas abordados. Y entre los libros publicados al respecto en España destaca, y de qué manera, 'Helter skelter' (Contra), hiperdetallada crónica de las investigaciones policial y judicial de los casos conocidos como Tate-LaBianca, así como de los juicios. Se trata de un clasicazo del 'true crime' escrito por el fiscal del proceso, Vincent Bugliosi, en comandita con el escritor Curt Gentry y expone hechos y solo hechos, lo cual es una bendición habida cuenta de la cantidad de tinta seudopsicológica y seudosociológica que han hecho correr Manson y compañía. Casi 800 páginas de puro horror, vamos (y pifias de la policía).

Hijo de una adolescente que se prostituía y que no le prestó la mejor de las atenciones, Manson (1934-2017) había pasado más de la mitad de su vida en instituciones de acogida de menores, reformatorios o cárceles (17 de los 32 años que tenía) cuando fue puesto en libertad el 21 de marzo de 1967 (contra su voluntad: pidió que le permitieran seguir entre rejas). ¿Sus delitos, que comenzaron a los 13 años? Robo a mano armada, violación homosexual, maltrato machista, robo con allanamiento, robo de coches, falsificación, proxenetismo...

Apogeo hippy

Amén de Manson, fueron condenados a pena de muerte (conmutada por cadena perpetua al ser abolida la pena capital en California en 1972) por los asesinatos Tate-LaBianca Susan Atkins (21 años en los días de autos), Patricia Dianne Krenwinkel (la misma edad), Leslie Van Houten (19 años) y Charles 'Tex' Watson (23 años).

Una vez libre, Manson se encaminó a San Francisco, que vivía el apogeo de hippismo (el verano de 1967 fue el del amor). Fue como soltar a un lobo en un corral de ovejas (drogadas). Por aquel entonces casi había adquirido rango de figura institucional el 'drop out', el joven que lo dejaba colgado todo y se lanzaba a vivir la experiencia hippy. Miles de ellos acudieron a San Francisco. Allí comenzó Manson la construcción de la Familia, que acabaría teniendo en torno a 80 miembros o personas cercanas. ¿Qué ofrecía el cabecilla? Un cóctel de sexo grupal, sesiones de drogas, miedo, sensación de pertenencia y doctrina (delirante pero doctrina al fin y al cabo) para elegidos. Y algún carisma debía de tener para que le llamaran Jesucristo, Dios, El Espíritu o El Demonio. Añadan los factores corta edad y desarraigo.

Ya en el área de Los Ángeles, el grupo se instaló en el Rancho Spahn, unos decorados cinematográficos de capa caída, aunque también tenía un pie en dos ranchos del Valle de la Muerte. Manson entró en contacto con la aristocracia pop angelina, léase Dennis Wilson (Beach Boys) y Terry Melcher, con quien se pilló un berrinche cuando le dio esquinazo en el compromiso de producirle un disco. Melcher, de hecho, era el anterior inquilino del 10.050 de Cielo Drive, donde Manson había estado, y si alguien pasó miedo tras el suceso del 9 de agosto de 1969 fue él. Una práctica habitual de la Familia era salir de noche a 'hacer el bicho': entrar, inspeccionar y salir de casas sin ser detectados por los durmientes. Brrrr.

Dominar EEUU

Causar el pánico de la población, recordemos, solo era el primer objetivo de los asesinatos Tate-LaBianca. El segundo era originar el 'Helter skelter'. Y el final, dominar EEUU. Todo esto requiere una explicación. Manson confiaba en que de las dos salvajadas se acusaría a negros, injusticia a la que estos responderían iniciando el motín racial definitivo, que ganarían. Esto sería el 'Helter skelter', una especie de Día del Juicio Final o Armagedón inspirado por la canción homónima de los Beatles, a los que consideraba almas gemelas que le hablaban en clave a través de las canciones del llamado 'White album'. Mientras tanto, Manson y los suyos se habrían refugiado en una caverna subterránea del Valle de la Muerte (de ahí el pie en esa zona infernal), de la que saldrían a petición de los negros una vez estos vieran que no tenían capacidad de gobierno. En efecto, Manson también era un racista de tomo y lomo.

Pues eso: insondable.