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Análisis

La vida se abre camino en Chernóbil

Tras 33 años de tragedia radioactiva, la zona muerta acoge todo tipo de especies de aves, peces y mamíferos

La catástrofe de Chernóbil se dio en 1986. SHUTTERSTOCK

Una webcam oculta capta de pleno como un corzo se pasea sobre la nieve, mientras que unos kilómetros más allá, pájaros, mapaches, caballos o incluso algún que otro felino, hacen sus vidas habituales, como las de cualquier otro animal o ser vivo. Esta escena podía ser lo idílico para cualquier documentalista de naturaleza, pero lo cierto es que en los últimos años es algo recurrente en la zona muerta de Chernóbil.

Ya han pasado 33 años desde que la central en Pripyat, Ucrania, se convirtiera en el lugar donde ocurrió la mayor catástrofe nuclear de la historia y que aun permanece. Hasta 30 kilómetros alrededor de donde se encontraba la fábrica se han nutrido desde entonces de historias y leyendas por haber sido abandonados a su suerte a causa de la radiación. Edificios completos, ciudades y bosques donde literalmente está prohibido y penado asentarse. Porque tras el desastre de 1986, la zona afectada por la radiación se dividió en cuatro partes concéntricas.

Especies más frecuentes en la zona muerta./ Infografia: Izaskun GaraizabalLa zona muerta o de exclusión es el radio más cercano al epicentro de la central nuclear. De acuerdo a los informes realizados por los científicos soviéticos del Proyecto Nacional Chernóbil, 28.000 kilómetros cuadrados fueron contaminados por cesio-137 a niveles mayores de 185 becquerelios por metro cuadrado (el becquerelio mide la actividad radioactiva). 10.500 kilómetros cuadrados fueron contaminados por cesio-137 a niveles mayores a 555 becquerelios por metro cuadrado. De este total, aproximadamente 7.000 estaban en Bielorrusia, 2.000 en la Federación Rusa y 1.500 en Ucrania.

Aunque han sido los seres vivos los que se han abierto camino a través de la fuerte radiactividad más allá de todo pronóstico. Según investigadores de la Universidad americana de Georgia, en 2016 ya sobrevivían 14 especies distintas de mamíferos, entre los que destacaban el lobo gris, el jabalí, el zorro rojo y el perro mapache. En la actualidad, un conjunto de científicos británicos se encarga de ubicar cámaras conectadas a Internet para comprobar que son diversas y muchas las especies que han vuelto al lugar. El proyecto se denomina TREE (Transfer - Exposure - Effects es una iniciativa del programa británico Radioactivity and Environment).

Imágenes de webcam en la zona de Chernóbil./ TREE"Lo que parece ser que ha pasado con los mamíferos es que se fueron (o más bien, murieron la mayoría) tras el accidente. Y ahora, están volviendo. Aunque aun hay zonas muy contaminadas, hay otras que se limpiaron muy bien. Además, hay otra cosa muy importante en Chernóbil: no hay presión humana. Es un terreno con mucho espacio y recursos y en el que no hay generalmente cazadores, no hay construcciones que fragmenten las poblaciones, etc.", explica Magdalena Ruiz-Rodríguez, investigadora de la EEZA y autora principal de un estudio sobre las golondrinas en el área de la catástrofe nuclear. "Se está recolonizando un nicho que quedó vacío. Ahora, sería interesante estudiar cómo les va a estos mamíferos, cómo les afecta la radiación, si tienen más problemas de salud o, por ejemplo, más tumores, como en el caso de las aves, o si es que también se han producido algunas adaptaciones en ellos que les permiten vivir".

Caballos en la zona muerta. / SHUTTERSTOCK

Un edificio convertido en nido de golondrinas. / SHUTTERSTOCK

Un zorro rojo en la zona. / SHUTTERSTOCK

Edificaciones abandonadas en la zona muerta. / SHUTTERSTOCK

Un banco de peces en uno de los lagos de la zona. / SHUTTERSTOCK

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En este caso y en referencia a los mamíferos, Ruiz-Rodríguez asegura que "otra peculiaridad de estas especies es que sus tiempos de generación son más largos, dependiendo de la especie, y quizás no han pasado las suficientes generaciones como para poder detectar adaptaciones en sus poblaciones. Todo esto es especular, puesto que de momento no se ha estudiado en grandes mamíferos como los alces".

Mutaciones

La científica acudió con un equipo en el año 2017 a Ucrania para averiguar que "las golondrinas que habitan en zonas más contaminadas tienen una mayor capacidad de defenderse frente a las bacterias que hay en la zona, tanto en el exterior del cuerpo (en las plumas), como a nivel interno (en el plasma sanguíneo). Pero estas golondrinas no están mejor que en las poblaciones en las que hay menor radiación. Lo que nos sugiere este resultado es que ha habido un proceso de selección en las poblaciones donde había más contaminación radioactiva. Las golondrinas que han sobrevivido y se han reproducido allí son las que tenían la capacidad suficiente de invertir en defensas". O lo que es lo mismo, se ha dado un proceso de selección natural. "Trasladar este estudio a un ecosistema como el de Chernóbil me parecía muy interesante porque es un lugar donde ha habido un cambio ecológico muy drástico y se pueden observar las adaptaciones en un período muy corto de tiempo", reconoce la especialista.

Concretamente, el equipo de Ruiz-Rodríguez aisló bacterias de plumas y las sometió a distintos niveles de radiación gamma en laboratorio. Así, observaron que las bacterias que provenían de zonas más limpias, o de zonas con una alta tasa de radiación, se morían. En cambio, en las bacterias procedentes de zonas con una radiación intermedia, había una mayor resistencia a la radiación experimental y se reproducían mejor en estas condiciones que las otras. "Tienen, por lo tanto, algunas mutaciones que les confieren una mayor resistencia a la radiactividad", señala la científica.

Algunas de las especies que conviven en la zona muerta./ TREELos animales han regresado donde hay comida, agua y un hábitat adecuado y, como señala Ruiz-Rodríguez, se han beneficiado de la desaparición del ser humano para vivir con tranquilidad pese a la radiación. Como comúnmente se diría, solo sobreviven los más fuertes. Aunque lo cierto es que "hay muchísimas mutaciones. Por ejemplo, en insectos. Los dibujos que tienen en la parte dorsal, en muchos casos, no aparecen de forma normal. También se ha detectado una mayor tasa de albinismo en aves (con más plumas blancas donde deberían ser de color), y también se ha visto que desarrollan tumores en una proporción mucho más alta que en poblaciones que viven en zonas limpias", dice Ruiz-Rodríguez.

Asi pues, la científica mira de cara a futuro y afirma que "tras el accidente se liberaron millones de partículas pertenecientes a distintos elementos y cada uno tiene su tiempo de degradación. Pero, en general, podrían necesitarse 300.000 años para que toda la radioactividad de Chernóbil desapareciera". Todo esto en base a los estudios de expertos sobre el terreno. "Se han hecho trabajos muy intensos de limpieza del pueblo de Chernóbil y de algunas zonas de alrededor que costaron muchas vidas de gente , pero hay otras que permanecen muy contaminadas. Seguramente mucho antes de eso, el ecosistema se habrá recompuesto más o menos, aunque sea con individuos que presenten adaptaciones, o que haya poblaciones que tengan más problemas de salud, o menor fertilidad que en zonas limpias... pero mientras haya un espacio con recursos y libre de presión humana los animales van a ir recolonizando el territorio" .

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