El asesinato esta semana en Nigeria de una matrona del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) a manos de Boko Haram demuestra que el grupo yihadista es todavía una amenaza letal, pese a la promesa del presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, de acabar con los terroristas.

Buhari, de 75 años, llegó al poder en mayo de 2015 y una de sus primeras decisiones fue una ofensiva militar contra Boko Haram en su feudo del noreste del país para aniquilar al grupo, que lucha desde 2009 por imponer un Estado de corte islámico en Nigeria, nación de mayoría musulmana en el norte y predominio cristiano en el sur.

En diciembre de ese mismo año, el presidente, quien ya ocupó el cargo entre 1983 y 1985 tras participar en un golpe de Estado, aseguró que la organización insurgente había sido "técnicamente derrotada".

Y un año después, el también general retirado del Ejército se vanaglorió de haber expulsado a la organización islamista de su último bastión, el bosque de Sambisa, en el estado de Borno (noreste), en el que se refugió durante años.

Pese a esas declaraciones triunfales, la realidad es que Boko Haram conserva su capacidad de sembrar el terror, como demostró este lunes el Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP), su rama en Borno.

Ese día, los terroristas dispararon a bocajarro a Hauwa Mohammed Liman, de 24 años y matrona del CICR, después de terminar en septiembre pasado con la vida de otra comadrona de la organización, Saifura Ahmed, de 25 años.

Ambas empleadas fueron secuestradas, junto a una enfermera del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Alice Loksha, en una redada de los islamistas a una instalación militar en Borno el pasado 1 de marzo.

La muerte de las dos mujeres se enmarca en la sangrienta campaña que desde 2009 mantiene el grupo, que ha causado más de 20.000 muertos y unos dos millones de desplazados, según cifras de la ONU.

Aunque el Gobierno sostiene que ha "degradado" a Boko Haram, el grupo "parece haberse reinventado a sí mismo y se ha hecho más fuerte", señaló a Efe el analista político Owei Lakemfa.

Algunos observadores culpan de ese fenómeno a la desmoralización de las tropas en el frente de batalla debido a la falta de equipamiento adecuado para combatir a los terroristas.

Boko Haram, que en lenguas locales significa "la educación no islámica es pecado", cobró mayor relevancia en 2014, cuando secuestró a más de 200 chicas de una escuela de educación secundaria en Chibok, en el estado de Borno.

A pesar de que muchas han sido liberadas, 112 muchachas aún se encuentran en cautiverio, un suceso por el que fue muy criticado el entonces presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, debido a la incompetencia del Gobierno para atajar la amenaza terrorista.

Ante ese clamor popular, Buhari se comprometió en la campaña electoral de 2015 a redoblar la lucha contra los yihadistas para restaurar la paz, una promesa que le deparó muchos votos en las elecciones.

Sus esfuerzos, no obstante, se toparon en 2017 con un resurgir de los atentados suicidas no sólo contra objetivos civiles, sino también militares.

"Los ataques sostenidos incluso a objetivos militares y la facilidad con que Boko Haram secuestra y, a veces, asesina a tantas personas, incluidos cooperantes, muestra que el grupo sigue siendo un enemigo formidable del pueblo nigeriano", apuntó Lakemfa.

El asesinato de Liman este lunes ha vuelto a provocar la indignación de muchos compatriotas y organizaciones, como el grupo "Devolved a nuestras chicas", una coalición de asociaciones y familias de víctimas de Boko Haram.

La coalición protagonizó este martes una protesta en Abuya, en la que criticaron a Buhari por no salvar a las dos matronas, después de que el Gobierno admitiese su fracaso en las negociaciones con los terroristas para lograr ese fin.

"Señor presidente, es hora de revisar sus prioridades. Su mandato actual implica un deber constitucional para dar prioridad a la seguridad de las vidas de todos los ciudadanos por encima de los intereses personales de la reelección", le espetó el grupo.

Buhari aspira a un segundo mandato en las elecciones de febrero próximo, mientras la oposición y organismos de la sociedad civil le recuerdan el incumplimiento de su promesa de vencer a Boko Haram, un fracaso que podría costarle los comicios.