Rescatistas indonesios sacaron de entre los escombros de una iglesia devastada por un alud en la isla de Célebes los restos de decenas de jóvenes, mientras se intensificaban los esfuerzos internacionales para ayudar a las casi 200.000 víctimas del sismo y del tsunami del viernes.

El descubrimiento agravó el balance de la catástrofe que azotó el viernes a la localidad de Palu, donde viven 350.000 personas, en la costa occidental de Célebes.

Según el último balance, 844 murieron pero las autoridades estiman que el saldo probablemente aumentará a medida que los equipos de rescate vayan llegando a poblaciones aisladas o zonas de difícil acceso.

Los supervivientes enfrentan el hambre y la sed, pues los víveres y el agua potable escasean, mientras que los hospitales están desbordados por el gran número de heridos.

No hay suficiente maquinaria pesada para los rescatistas, cuya labor se complica por culpa de las carreteras cortadas y de la amplitud de los daños en las infraestructuras.

Además, este martes el país registró dos sismos más frente a sus costas, si bien se produjeron a cientos de kilómetros de Palu.

El ejército indonesio dirige las labores de rescate pero, tras un llamado del presidente, las oenegés internacionales también desplegaron equipos sobre el terreno.Difícil acceso

"El equipo encontró 34 cuerpos en total", declaró a la AFP Aulia Arriani, una portavoz de la Cruz Roja local. Inicialmente, 86 jóvenes que participaban en un campamento de estudio de la Biblia en el Centro de formación de la Iglesia de Jonoonge fueron declarados desaparecidos. No se precisó la edad exacta de las víctimas.

El distrito montañoso de Siri Biromaru, al sureste de Palu, es de difícil acceso y los rescatistas tienen que llegar a pie para rescatar a las víctimas.

"El problema más importante es caminar por el barro durante hora y media transportando los cuerpos", dijo.

Indonesia es el país musulmán más poblado del mundo pero también cuenta con minorías religiosas, como los cristianos.

La oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indicó el lunes que 191.000 personas necesitaban ayuda humanitaria urgentemente, incluyendo 46.000 niños y 14.000 ancianos.

Para evitar riesgos sanitarios, voluntarios empezaron a enterrar a las víctimas en una gran fosa común excavada en Poboya, en las colinas que rodean Palu, con capacidad para 1.300 cuerpos.

En Balaroa, un barrio periférico de Palu con una zona residencial, los daños fueron catastróficos. La zona se transformó en un terreno baldío cubierto de árboles arrancados, bloques de hormigón, restos de tejados y trozos de muebles.

Sobre el terreno, los equipos de rescate trabajaban contrarreloj para hallar supervivientes y sacarlos de entre los escombros.

Algunos supervivientes, hambrientos, saquearon tiendas para conseguir bienes de primera necesidad, alimentos, agua y gasolina, ante la mirada impotente de los policías.

El gobierno, el presidente vinieron, pero lo que realmente necesitamos es agua y alimentos", declaró a la AFP Burhanuddin Aid Mase, de 48 años.

Muchos habitantes han pasado los últimos días buscando a sus allegados desaparecidos, en los hospitales o en las morgues improvisadas.

Ali estaba con su mujer en la playa cuando el tsunami se formó, el viernes. No sabe dónde está, ni si ha sobrevivido.

"Cuando la ola llegó, la perdí", dijo. "A mí me arrastró unos 50 metros. No pude agarrarme a nada".

Indonesia, un archipiélago de 17.000 islas e islotes que se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, es uno de los países del mundo más propensos a sufrir desastres naturales.

El terremoto fue más potente que los temblores que dejaron más de 500 muertos y unos 1.500 heridos en la isla indonesia de Lombok en agosto.