Un martes como hoy, pero hace 17 años se produjo uno de los días más trágicos de Estados Unidos. El 11 de septiembre de 2001 cuatro aviones sembraron el pánico en unos ataques terroristas que conmocionaron al mundo y cambiaron la historia. En el ataque yihadista, perpetrado por 19 miembros de Al Qaeda, murieron cerca de 3.000 personas y 6.000 resultaron heridas.

Ahora, la ciudad que nunca duerme, luce completamente diferente. Hace un par de días salió después de 17 años el primer tren de la estación del Word Trade Center, que quedó bajo los escombros, una llamada a los neoyorquinos a rehacer su vida, pero también a nunca olvidar.

No obstante, diecisiete años después de los atentados, los restos humanos de más de 1.100 víctimas aún aguardan identificación. Pero en un laboratorio de Manhattan, un equipo prosigue incansablemente la tarea, con la ayuda de los últimos avances tecnológicos. De lunes a domingo, sin descansos, el protocolo se repite decenas de veces.

Un fragmento de hueso hallado en el lugar de los ataques del 11 de septiembre de 2001 es cortado, reducido a polvo y luego mezclado con dos productos químicos que permiten exponer el ADN y luego extraerlo.

O al menos esta es la teoría, pero en la práctica el éxito no está garantizado. "El hueso es el elemento biológico más difícil de trabajar" para recuperar el ADN, explica Mark Desire, vicedirector de biología forense en el Instituto Forense de Nueva York.

A esta complejidad natural se agregan las condiciones a las cuales fue expuesto el fragmento el 11 de septiembre de 2001 y los días siguientes. El fuego, la humedad, las bacterias, la luz del sol, el combustible de los aviones que se estrellaron contra las torres del World Trade Center, "todo eso destruye el ADN", según Desire.

Los cerca de 22.000 fragmentos humanos hallados en el sitio desde los atentados fueron ya testeados, algunos de ellos entre 10 y 15 veces. Pero unos mil resisten todavía la identificación.

Hasta ahora, 1.642 de las 2.753 personas muertas en los ataques de Nueva York fueron formalmente identificadas, y 1.111 permanecen desaparecidas.

A veces el laboratorio pasa años sin lograr identificar un fragmento. Pero los investigadores forenses se niegan a darse por vencidos.