El Gobierno de Tailandia ha concedido la nacionalidad a tres de los 12 niños rescatados en julio de una cueva del norte del país y al entrenador que los acompañaba, todos ellos miembros de la amplia comunidad apátrida que aún existe en algunas zonas remotas del país asiático.

Las autoridades han explicado que los padres de estas personas no habían registrado su nacimiento ante el Ministerio del Interior, pero ahora se ha acreditado su derecho a recibir la ciudadanía. Los tres menores y el entrenador, así como otras 26 personas, han recibido la documentación en una ceremonia celebrada el miércoles.

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha aplaudido esta iniciativa, ya que da a los beneficiarios "la oportunidad de soñar con un futuro mejor y alcanzar todo su potencial", en palabras de la asesora especial de la agencia sobre personas apátridas, Carol Batchelor. "Tailandia les ha dado una identidad formal que les allanará el camino para (...) participar como miembros plenos de la sociedad a la que pertenecen", ha añadido.

Ser apátrida implica en muchos de los casos no poder acceder a derechos y servicios básicos. La ausencia de papeles oficiales les puede impedir viajar, casarse, tener propiedades a su nombre e incluso trabajar de forma legal, lo que da pie a "una vida de incertidumbre", según Batchelor.

El Ministerio del Interior de Tailandia cuenta con una guía para tratar de resolver la situación de los numerosos apátridas que aún viven dentro de las fronteras del país asiático, en su mayoría miembros de tribus que viven en zonas remotas de la frontera y con un acceso "limitado" a la información.

Tailandia ha concedido desde 2008 la ciudadanía a unas 100.000 personas y se ha comprometido a resolver la situación de los 480.000 apátridas que aún restarían antes del año 2024.