El Acuerdo de Schengen es un tratado vigente entre 26 países europeos por el cual se comprometieron a eliminar los controles de seguridad en sus fronteras y a garantizar un régimen de libre circulación para todos los ciudadanos de los países firmantes.

El primer acuerdo se firmó el 14 de junio de 1985 y lo hicieron únicamente cinco países: Alemania, Bélgica, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos. A pesar de que el pacto no entró en vigor hasta 1995, los firmantes continuaron trabajando para lograr que más países se sumasen a ellos. En junio de 1990 firmaron un nuevo Convenio por el que decidieron aumentar las funciones del anterior creando las llamadas medidas compensatorias, destinadas a paliar la falta de controles fronterizos. Estas medidas se focalizan en la cooperación entre la Policía y la Justicia de los países adscritos a Schengen, lo que supuso una mejora en lucha contra la delincuencia.

Al final todos los países de la Unión Europea, menos Irlanda y Reino Unido, entraron a formar parte del Convenio, y en 1999 Schengen se integró en el marco institucional y jurídico de la Unión Europea.

A día de hoy son 26 los Estados que están suscritos al Convenio de Schengen, entre los que hay incluso algunos que no forman parte de la UE (como Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza), y gracias a los cuales se permite una libre circulación en la mayoría del continente europeo.

Y, ¿si se suspende Schengen?

Gracias a Schengen los ciudadanos europeos están acostumbrados a moverse libremente de un país a otro. Los puestos fronterizos se han convertido en meras cabinas para el recuerdo y están en completo desuso. La llegada masiva de inmigrantes a Europa y la amenaza terrorista tras los atentados de París ha hecho que se reabre el debate sobre los controles fronterizos y la Unión Europea ha puesto sobre la mesa la posibilidad de suspender el Tratado de Schengen.

Ante esta situación habría que echar la vista atrás y retroceder más de 30 años, a aquella Europa llena de fronteras y con controles al pasar de un país a otro.

El régimen de libre de circulación para los ciudadanos desaparecería con la suspensión del denominado Tratado de Schengen. Las fronteras internas en Europa volverían a aparecer. Actualmente, dentro de la zona Schengen no existen fronteras interiores. Gracias al citado tratado, cualquier ciudadano procedente de los países firmantes puede viajar sin someterse a controles fronterizos.

En una Europa sin Schengen, los ciudadanos volverían a necesitar visados para viajar dentro de la Unión. Este hecho implicaría la gestión de un trámite burocrático que muchos ciudadanos ni han conocido y otros tienen completamente olvidado.

Además, si se suspende Schengen tendrían que volver a instalarse los controles de pasaportes. Una vez más, la burocracia volvería a aparecer con todos los trámites que ello conllevaría.