MANUEL GÓMEZ-FRANQUEIRA

Presidente del Grupo Coren

Ana SAMBOAL

Manuel Gómez-Franqueira, presidente de Coren, mide la riqueza de un país por el número de huevos que comen sus ciudadanos. Sube el consumo a medida que salen del subdesarrollo, hasta las 400 unidades por habitante al año y desciende después, cuando se acercan a los niveles de bienestar propios del norte de Europa. En los ochenta, tomó el relevo de su padre, maestro de escuela y fundador de la que hoy es una de las mayores cooperativas avícolas del país. Al frente de ella ha recorrido transformaciones tan drásticas como la provocada por el acceso a la UE o la crisis financiera del XXI. Con setenta años, mantiene firme el timón de un conglomerado con más de veinte plantas en Galicia y que acaba de abrir las puertas del mercado chino. En las fotografías de su despacho, en segundo plano, aparece siempre su hija. Es la vicepresidenta.

"El inicio del desarrollo de un país se mide por su consumo de huevos y leche"

"No hay ningún producto en el mercado, ni carne ni verdura, que lleve antibióticos"

–¿Cuántos huevos se comen en un país desarrollado?

–En los países en desarrollo, como ahora México, unos 400 huevos por habitante al año. Es lo que teníamos en España en los setenta, un huevo por persona al día. El mercado español era el ochenta por ciento de nuestra facturación, estaba vendido todo, por mucho que produjeras. El inicio del desarrollo se mide por el consumo de huevo y de leche, lo primero que empiezas a tener es eso, la proteína. Pero, a medida que creces, los hábitos empiezan a cambiar. Para los que tenemos una edad, un par de huevos fritos con patatas son una delicia, pero lo que miran ahora los ciudadanos de Estados Unidos, Canadá o Europa es que el huevo tiene colesterol. Tienes que estar permanentemente anticipándote para darle al consumidor no sólo lo que quiere hoy, que ya llegas tarde, sino lo que va a querer

–¿Y qué va a pedir el consumidor?

–En los ochenta, vimos ya la tendencia en Europa y comenzamos a diversificar nuestra oferta. No querían ya el pollo entero, sino el producto transformado, por eso necesitábamos una industria que lo hiciera. Danone, por ejemplo, vio hace años que con la leche cruda tenía poco recorrido, así que la compra al mercado y produce yogures, que necesitan una tecnología que no está al alcance de cualquiera. El consumidor quiere un producto funcional que reduce un veinte por ciento el colesterol. Ése es el norte de las empresas de alimentación. Otra cuestión que va a más en España es el producto que ya está cocinado, que se hace en el microondas en cinco minutos. Nosotros ya lo tenemos, hacemos una campaña muy fuerte en Navidad. El futuro de la alimentación es la carne blanca, productos más elaborados y casi cocinados.

"El animal que crece libre tiene menos estrés y su carne es mas blanca, pero la calidad es la misma que la del que crece en una nave"

Manuel Gómez-Franqueira, en la cámara de frío en la que cuelgan los pavos. | Brais Lorenzo
–¿Cómo se hace compatible con la demanda de alimentos cada vez más naturales?

–Esa es una de las ventajas de Coren, la trazabilidad de principio a fin de los productos. Si tú produces todo, si no tienes que comprar los cereales que comen los pollos y sabes quién los ha criado. Si detrás de cada uno hay un registro y una persona que responde de ello, puedes dar la garantía de que conoces el producto, de que es natural.

–¿El crecimiento con hormonas o los tratamientos con antibióticos son leyendas urbanas? ¿Cómo ha cambiado el tratamiento de los animales?

–El cambio importante empieza cuando nos incorporamos a la Comunidad Europea. Ellos ya iban por delante en todos estos temas y quien legisla hoy no es el gobierno central o los regionales, es Europa. Las hormonas de crecimiento están prohibidas desde hace treinta años. Ha desaparecido al cien por cien y hay penas de cárcel para el que lo incumpla. Además, está la administración mirando. En cada instalación nosotros tenemos más de una docena de técnicos de sanidad y veterinarios que están controlando toda la cadena. En la planta de Orense, miran los hígados de los pollos que se matan. El hecho de que un hígado esté blanco no quiere decir que haya padecido una enfermedad que sea transmisora de algo. Evidentemente, hubo algún proceso de iniciación, algún problema que pudo ser subclínico, que ni lo notas. Como las personas, a veces uno coge un catarro, pero como no llega a la fiebre no necesitas poner antibiótico. Pero si el veterinario ve en el circuito un hígado blanco, lo saca inmediatamente de la línea de producción. No hay ningún producto en el mercado, no solo carne, sino también verdura, que lleve antibióticos. Cosa distinta es que, en los primeros días o en un período determinado de su crianza, tuviera que estar, como las personas, con un tratamiento determinado para que no se muera. Pero, por ley, veinte días antes de ser sacrificado el tratamiento tiene que estar retirado. Las carnes no llevan antibiótico, aunque lo hayan recibido antes, porque transcurrido ese período ya no hay residuos.

–¿Es entonces mejor la carne que comemos hoy que la de hace treinta años?

–Es fruto de una mejora genética continua. ¿Por qué crecen más?, ¿por qué antes necesitaban noventa días y ahora se ha bajado a sesenta? Es fruto de la genética. Hace que los animales sean más resistentes a los cambios de temperatura, más inmunes, que no cojan catarros. Esa es la auténtica innovación de la industria, una permanente mejora en la genética que, por ejemplo, consigue un color de carne más blanco o más dorado. La genética lo es todo también en las personas. Mi padre con cincuenta y tantos años estaba peor que yo con setenta. En África siguen muriendo con cuarenta años y en países desarrollados ya van llegando a los noventa. Antes, era difícil ver a una persona de dos metros, estaba el rey Juan Carlos y poco más. Ahora sí las ves por la calle y eso es fruto de que hemos mejorado. No digo que todo, pero algo tendrá que ver la alimentación. Las personas elegimos lo que vamos a comer cada día, pero a los animales les dan los técnicos lo que necesitan.

–¿El hecho de que los animales crezcan en libertad también mejora la calidad del producto?

–El animal, si está libre, lógicamente tiene menos estrés. Una de las líneas que más trabajamos es el cuidado del estrés. Tanto, que medimos algo que no se mide en las personas, que es el cortisol. En el laboratorio, hay más de treinta personas que hacen muestras sistemáticas, por explotaciones. Y también, a través de la genética, intentamos que sean más resistentes al estrés. Pero el aire libre ayuda, la libertad te da eso. ¿Eso qué quiere decir, que mejora la carne? No, pero sí hay una pequeña mejora que vamos determinando con los años, que es que la carne es más blanca, más saludable. Es como una persona. Si está estresada, su forma de resolver las situaciones es distinta que si no lo está. Eso se traduce en una oxidación más rápida. Los famosos radicales libres hacen que las condiciones ambientales estresen más al animal o a las personas y, por eso, cuanto mejores sean esas condiciones de ambiente, temperatura o humedad, mejor se encuentre el animal, sea más resistente y no enferme.

“Es un principio de estabilidad de las empresas tener una buena relación con la política, gobierne quien gobierne siempre estamos con ellos”

–¿El futuro pasa por una exigencia cada vez mayor de las administraciones y del consumidor, que reclaman la mayor protección medioambiental y productos cada vez más eficientes y sostenibles?

–Todas nuestras industrias son totalmente sostenibles. Aquí, emisiones cero. Lo hemos conseguido gracias a la tecnología y a las energías alternativas. Vacuno no tenemos, pero cuando dicen en Europa que genera metano será verdad. Sin embargo, cuando sales de Madrid ves una vaca cada diez kilómetros, así que piensas que mucho daño no podrá hacer. En nuestras instalaciones avícolas, el veinte por ciento se cría en libertad y el resto funcionan con energía solar. Además, tenemos una central funcionando con residuos de biomasa y vamos a poner otra. Más del setenta por ciento del porcino tiene placas solares y contamos también con plantas de biogás. En ocho meses, toda la agricultura integrada estará tratada internamente, fuera de emisiones. Es un ahorro. Es una línea de trabajo también para otras cooperativas o productores avícolas. Es bueno para todos, para las próximas generaciones y para el mundo.

–¿Cómo se gestiona una cooperativa, cuál es la diferencia con una sociedad anónima?

–Procuramos que la diferencia se vea el 31 de diciembre. En esa fecha, la sociedad paga dividendos en función del capital aportado y la cooperativa, que hace las liquidaciones del año todas iguales, da en esa fecha el retorno, que se calcula en función del tamaño. Más del setenta por ciento de los que trabajamos en Coren somos hijos de cooperativistas o nietos. Si necesitamos un químico o un biólogo, en igualdad de condiciones contratamos a los descendientes de los fundadores o los cooperativistas. Es lógico, es tu propia empresa y si tienes un hijo que quiere trabajar aquí, ¿para qué se va a ir a Alemania si puede tener su vida en Galicia? Esto es un principio.

–Tendrían que proponérselo a Núñez Feijóo, el presidente de Galicia, así no tendría que lanzar después planes de retorno de emigrados.

–Estamos de acuerdo, pero eso no lo puede arreglar Coren. Coren arregla lo que puede y creo que puede servir como referencia o modelo. Si hiciéramos más organizaciones de este estilo, menos gente tendría que salir fuera ya que ayudan mejor a soportar mejor las crisis. Un granjero, hoy, por libre, aunque tenga una explotación muy buena o muy grande, con quinientas vacas o pollos, si no está integrado bajo un paraguas como el de Coren o similar le resulta muy difícil aguantar en circunstancias normales, así que en las crisis desaparece. El pienso se lo hacen fuera, tiene que pagar el servicio técnico… Aquí también tiene que pagar, pero se diluyen los costes.

–Ustedes tienen un poder de compra y unas economías de escala que le facilitan pasar esos momentos críticos.

–La distribución nos podía dar un poquito más, sólo pedimos cinco céntimos por kilo más. En cualquiera de nuestros productos, de las carnes y las aves, en Europa se paga prácticamente un euro más. Entre un 45 y un 50% más que en España. Son países más maduros, con más historia. Pero el negocio no es negocio si no lo es para las dos partes. Cuando en la balanza pesa más una que otra, estás en inferioridad de condiciones. En España, pesan más las distribuidoras. Nos compran todos los días, no quiero ir más lejos, pero sólo serían cinco céntimos por kilo más, cuando en Europa es mucho más.

–¿La crisis ha ajustado los márgenes? ¿Ha cambiado las pautas de consumo también? ¿Ha cambiado a Coren?

–No había financiación y eso lo sufrimos todos. Siempre les decíamos a los bancos: somos los mismos de hace cincuenta años, ¿por qué nos recortáis ahora? Porque no tenían dinero. Estaban limitados, pero Coren es la misma produciendo alimentos, no estaba metida en sectores de riesgo, que eran los que tenían problemas. El ochenta por ciento de los problemas de los bancos no se los dio la alimentación. Y por eso preguntábamos por qué nos metían en el paquete a todos. Ahora nos preguntan por qué no necesitamos más. Pero, además, el consumo nacional de alimentación, que ahora está un seis por ciento por encima del año pasado, estuvo en negativo. Salías a la calle y no veías gente, no querías gastar y no salías. Ibas a Alemania o a Milán y, en plena crisis, veías camiones. Ibas a Madrid y encontrabas los de Coren y poco más. Ahora, el consumo es mayor. Durante la crisis consumías en casa y tomabas más pasta o más pizza. En general, el hábito es distinto cuando vamos a los restaurantes, el ochenta por ciento de lo que comemos es proteína, aves, carne o pescado. ¿Dónde estuvo durante la crisis la fortaleza de nuestro negocio? En la exportación. Nos funcionó con el porcino. Empezamos en el mercado internacional en 1992. Portugal fue nuestro primer destino. Pensábamos que era nuestro mercado natural y abrimos dos delegaciones importantes, una en Lisboa y otra en el sur. Llegamos a tener ciento cincuenta personas vendiendo allí y nos supuso más del quince por ciento de las ventas. Después, entramos en Argentina vendiendo jamón, más tarde en México y tenemos también sociedad en Brasil. Estamos en Inglaterra y en Japón entramos hace diez años. Y hace una semana nos llegó el certificado para ir a China. Hemos exportado a China a través de Hong Kong, pero ahora ya podemos hacerlo de forma directa. En definitiva, siempre fuimos prudentes con las cuestiones de financiación. Tuvimos suerte o apuntamos bastante bien al realizar las inversiones. Si añadimos ese principio de prudencia a la exportación y a la diversificación del producto, todo eso hizo que la crisis fuera más llevadera. Siempre hay ajustes de personal o mejoras de productividad en mercados o clientes. A veces, cuando estás en época de vacas gordas, piensas que lo importante es facturar. No: lo importante no es facturar, es ganar, tiene que haber beneficio. Cuando hay abundancia no lo miras. Es un trabajo laborioso, de equipo, de ajuste de todos esos parámetros que son decisivos en los momentos de crisis.

Manuel Gómez-Franqueira en la plataforma de carga de la empresa en Orense. | Brais Lorenzo
–¿El entorno institucional y administrativo es el adecuado para trabajar? Las empresas que compiten directamente con cooperativas como la suya se quejan de que están peor tratadas que las cooperativas fiscalmente: ustedes tienen ventaja.

–Creo que es un principio de estabilidad de las empresas que tengan siempre una buena relación política. Gobierne quien gobierne, en la Xunta o en Madrid, siempre estamos con ellos. Esto no tiene un color de derechas o izquierdas. En cuanto a la fiscalidad, es verdad que las cooperativas tenemos un 10% y las sociedades tienen que pagar más, pero también hay otro parámetro que la gente no conoce y es que a las cooperativas se les exige tener unos fondos de reserva obligatorios. Si sumas todo, el 10% de impuesto y el 20% del fondo obligatorio, estamos en un 30, que es lo que pagan las empresas. Eso de que las cooperativas tienen más ventajas no responde a la realidad, porque hay que sumar los dos. Eso de que son fondos y se quedan dentro es verdad, sí, pero no puedes disponer de ellos salvo que la cooperativa cierre. Por tanto, me están limitando la capacidad financiera igual: competimos en igualdad de condiciones. Y eso pretendemos trasladarlo siempre a los cooperativistas y a los empleados, que, durante el año, tenemos que ser igual que la sociedad anónima. Porque si no somos igual nos faltará habilidad comercial, nos faltará innovación, nos faltarán recursos o tendremos poco I+D. Aquí hay que competir en igualdad, porque, cuando compras un pollo o un yogur, lo haces por su calidad, por el precio o el gusto. Pero no miras que sea de la cooperativa de la zona, compras el que más confianza te da. Y ése es el cuidado que debemos tener: tú puedes ser social, pero hay que ser social con el dinero que generas. Pretender poner sueldos excesivos o hacer gastos excesivos si no generas beneficio no tiene sentido. Primero, gana dinero y después sé todo lo social que quieras. ¿Qué es lo que pediría yo? Que, como conjunto, tanto cooperativas, como sociedades, como sector empresarial en conjunto, no nos vendría mal ir ganando más prestigio e imagen.

–Usted es el único que no pide que le bajen los impuestos. ¿Con prestigio tiene suficiente?

–Sí, porque hay que ser más o menos realistas y ya sabes donde puedes llegar con las peticiones. Lo que pedimos es esa imagen, porque ves otros países y dices: si el 80% gira alrededor de la empresa, si no pagamos impuestos, ¿dónde hay otros recursos? Los gobernantes, sean los que sean, lo que hacen es coger el despacho y hacer un encuadre, ingresos por aquí, salidas por el otro lado. No se arreglan las situaciones si no generan más ingresos como país.

Los datos la empresa
  • 6.000 socios
  • 4.239 empleados
  • 3.210 Facturación
  • 1.078 millones de euros en 2018
  • Presencia internacional 50 Países

 

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