Con los rescoldos del vil asesinato de George Floyd aún latientes, el mundo despertó hace unas semanas con el súbito arrepentimiento de la creadora de "Friends", por la falta de diversidad racial que tuvo su serie y con el anuncio de HBO de retirar de la parrilla "Lo que el viento se llevó" porque, según la cadena, banaliza y normaliza el racismo.

Todo sin pestañear, en apenas 24 horas y sin bajarnos de la "ola purificadora" que baña los últimos tiempos. Pero, si nos paramos a pensar, "Lo que el viento se llevó" es una película de 1939, hecha como se pensaba y se hacían las cosas en los años 30 y que retrata cómo era la sociedad estadounidense de mediados del siglo XIX: machista y racista.

Para más inri, dicho film proporcionó a Hattie McDaniel el primer Oscar a una actriz negra. Como se puede ver, basta con contextualizar un poco para ver lo ridícula que ha sido la decisión de HBO. Y es que, siguiendo con este revisionismo de sesgo ideológico, acabaremos teniendo adultos lactantes.

Esto no se soluciona derribando estatuas de Colón, dejando de emitir películas o pidiendo perdón porque en una pandilla de amigos no haya ningún negro. Pero tampoco con el negacionismo de una parte de la Derecha (fundamentalmente de la más extrema). Ni mucho menos. Esto solo se corrige progresivamente, poniendo en valor la diversidad, educando por la igualdad y con el paso del tiempo.

Afortunadamente, la sociedad de hoy en día es mucho menos racista que lo era la de hace cuarenta o cincuenta años. Y esto también se ha reflejado en el deporte y, cómo no, en el fútbol.

LOS PIONEROS

Tras la cruenta II Guerra Mundial -que se inició precisamente por el racismo- y casi 80 millones de muertos después, la vieja Europa emergía en ruinas, entre el hambre y la miseria. Era el año de 1945 y, a pesar de este escenario, el mejor jugador marroquí se disponía a regresar al fútbol europeo (más concretamente al francés).

Larbi Ben Barek permaneció en el Olympique de Marsella hasta 1948, año en el que se convirtió en jugador del Atlético de Madrid y en el primer negro del fútbol español.

Siendo la piedra angular de la llamada "delantera de cristal" del club colchonero, Ben Barek jugó 114 partidos, marcó 58 goles y ganó dos ligas. "La perla negra" había triunfado en el verde y, lo que era más importante y mucho más difícil, había abierto el camino a los futbolistas negros en pleno franquismo.

La España blanca y negra del No-Do empezaba a adquirir color también en el fútbol. Siguiendo la estela del magrebí fueron llegando jugadores como el brasileño Didí (al Real Madrid), el luso Mendonça (Atlético y Barcelona) o el gambiano Biri-Biri (Sevilla).

Lo que empezó por ser un elemento exótico acabó normalizándose pocas décadas después. Los negros habían llegado a los equipos españoles para quedarse.

Y evidentemente, un club como el Hércules, en cuyo escudo algunos historiadores aventuran que figura la imagen de un negro -Lloma- no iba a ser menos...

21 de septiembre de 1969, estadio El Almarjal. El antiguo estadio del Cartagena acoge el partido de la tercera jornada de la liga de Tercera División que mide al equipo local y al Hércules de Alicante. En las gradas, todos los ojos se centran en Makoli, un joven jugador que ese día hace su debut en la división de bronce del fútbol español (por aquel entonces no existía la Segunda B).

El partido acabó sin goles -algo muy raro para la época- pero dejó un dato para la historia: Esteban Makoli Conde se acababa de convertir en el primer jugador de raza negra que se ponía la camiseta blanquiazul.

En la siguiente temporada, la 70-71, con el club de nuevo en Segunda División llegaron los hermanos Waldo y Wanderlei Machado. Pero tanto el primero, ya en la cuesta abajo de su notable carrera (llegó a ser internacional con Brasil) como el segundo, de perfil mucho más bajo, pasaron con bastante más pena que gloria por el conjunto alicantino (únicamente un gol entre los dos delanteros).

LOS OCHENTA Y LOS NOVENTA

El resto de los años setenta, los de la década prodigiosa herculana, se vieron marcados por la "argentinización" del club y hubo que esperar trece años para ver de blanco y azul a otro jugador de raza negra, el internacional peruano José Velásquez, que arribó a orillas del Postiguet en 1984 con la vitola de ser otro Saccardi. Pero, quizás porque el listón estaba demasiado alto, todo se quedó en lo que pudo haber sido y finalmente no fue.

Aunque bien es cierto que la gran clase del mediocentro defensivo -que jugó con Perú en Argentina 78 y España 82- merecía mejor bagaje que el que se llevó de su única temporada en Alicante (entre Liga y Copa del Rey, apenas disputó catorce partidos). Dos años después de la marcha del peruano y con el club recién descendido a Segunda División, llegó a la capital de la Costa Blanca el delantero José Roberto "Macho" Figueroa.

El hondureño, que venía de hacer una gran temporada también en Segunda con el Real Murcia (15 goles), sí dio la talla en su primera campaña en Alicante al anotar 11 goles en 31 partidos. Su segundo año fue mucho más discreto y salió por la puerta de atrás, tanto individual (hizo solo dos dianas en 14 jornadas de Liga) como colectivamente, al consumarse el primer descenso del club alicantino a Segunda División B.

Ya con la década de los noventa muy avanzada, los siguientes jugadores de color que llevaron al Negre Lloma en el pecho fueron el portugués Sandro Laranjeira Mendes, el nigeriano Peter Rufai y los cedidos Joachim Yaw (Real Sociedad) y Ronald Gómez (Sporting de Gijón).

Los dos primeros llegaron en el mercado de invierno de la temporada 96/97, con el club del Rico Pérez en Primera División, mientras que el ghanés y el costarricense lo hicieron al año siguiente, ya en Segunda pero con la meta del retorno a la Liga de las Estrellas como un objetivo realista.

Y es que se esperaba que la suma de los Falagán, David Castedo, Alfaro, Paquito, Palomino, el propio Sandro o Visnjic más el talento de los jóvenes Yaw y Gómez diese como resultado un nuevo ascenso.

Nada más lejos de la realidad, pues aquel Hércules que empezó siendo de Quique Hernández y acabó en las manos de David Vidal terminó la Liga en mitad de la tabla en un año con muy pocas luces y bastantes sombras.

EL NUEVO SIGLO Y LA NORMALIZACIÓN

El nacimiento del siglo XXI -que el Hércules de Alicante recibió en Segunda B- trajo bajo el brazo, entre otras cosas, el Efecto 2000 (que al final no llegó a serlo del todo), el punto álgido de la globalización y una apertura de miras que influyó en todos los ámbitos y, especialmente, en el sociocultural.

Como reflejo de esto último, en la temporada 2000-2001, solo en Primera División, hubo alrededor de doscientos jugadores no seleccionables y una cincuentena de futbolistas de raza negra. Y es que aquello que en los setenta y ochenta se veía como algo anecdótico o simpático, con el nuevo siglo, se había normalizado.

El fútbol, como la propia sociedad, por fin se había hecho global.

Precisamente en esa primera campaña del nuevo siglo, en el Hércules tuvo algunos minutos Fábio Júnior, un jovencísimo brasileño que, llegado del Lorca, se fue como vino, sin hacer ningún ruido.

Otro que aún tuvo peor suerte en Alicante fue Jacinto Elá, que llegó en 2002 con apenas 20 años cedido por el Southampton inglés y que, tras jugar veinte partidos, tuvo una grave lesión de rodilla que le mantuvo un año sin jugar, truncó su progresión y, a la larga, acabó con su carrera futbolística.

El siguiente en llegar a la capital de la Costa Blanca fue el portero Kossi Agassa. Era el verano de 2006 y el togolés, tras haber disputado con su selección el Mundial de Alemania, se incorporaba al club del Rico Pérez, que de nuevo militaba en la categoría de plata del fútbol español.

Agassa, que procedía del Metz francés, tampoco rindió como se esperaba y, después de una única campaña, abandonó el club por la puerta de atrás tras jugar solo diez partidos, en los que encajó catorce goles.

LA ERA ESTEBAN VIGO

Salamanca, 20 de junio de 2009. El Hércules acababa de aplastar al equipo local (1-5) en partido correspondiente a la última jornada de Liga de Segunda División. Los de Juan Carlos Mandiá, pese a hacer una de las mejores temporadas de la historia del club (récord de puntos incluido), finalizaban cuartos y sin el ansiado ascenso a Primera.

Pocos días después, el cotizado técnico madrileño anunciaba que no iba a seguir en Alicante y que se marchaba al Racing. Su sustituto: Esteban Vigo.

Con el técnico de Vélez-Málaga, que evidentemente será recordado por el ascenso a Primera y por la increíble victoria ante el Barça en el Camp Nou, el Hércules alineó entre 2010 y 2011 al senegalés Momo Sarr, al neerlandés Royston Ricky Drenthe y a los franceses Olivier Thomert y Noé Pamarot.

Excepto Pamarot, un central honrado y trabajador que incluso echó raíces en Alicante (actualmente tiene una clínica de fisioterapia y es entrenador del equipo femenino InProSports de San Vicente del Raspeig), el resto pasó con más pena que gloria y sin ofrecer un desempeño cuanto menos aceptable.

Capítulo aparte merece Drenthe, cuyo rendimiento fue claramente de más a menos. El de Rotterdam empezó confirmando su boceto, demostrando que podía ser ese jugador importante que nunca llegó a ser, pero acabó devorado por su exceso de ego y su falta de profesionalidad.

La velocidad con la que pasó de héroe a villano fue proporcional a la que adquirió su Audi Q7 cuando fue detenido por conducción temeraria en la avenida de Dénia. Pero lo peor es que en su caída arrastró a todo el equipo a Segunda División.

LA ACTUALIDAD

Tras el descenso, el equipo estuvo durante tres temporadas consecutivas en la división de plata y solo en la primera de ellas estuvo a la altura de las circunstancias. Aquel Hércules "de guerreros", como así lo definió Mandiá en su vuelta al club, se quedaba a las puertas del ascenso a Primera, al no pasar del empate en Alcorcón en la vuelta de la semifinal del playoff.

Al año siguiente, sin los pesos pesados de la campaña anterior -Arbilla, Tiago Gomes, Míchel y Samuel, entre otros, ya no estaban en Alicante- se coqueteó peligrosamente con el descenso para descender a Segunda B, finalmente, en la desastrosa 2013-2014.

En estas dos últimas campañas en Segunda División pasaron por el club seis jugadores de color: los franceses Noé Pamarot (que había regresado tras un año en Granada) y Abdoulwhaid Sissoko, el extremo brasileño Gilvan Gomes, el defensa alicantino Jordi César, el venezolano Darwin Machís y el ex-ajacied Jeffrey Sarpong (que vino cedido por la Real Sociedad). Salvo los tres primeros, especialmente los dos galos, el resto tuvo un papel meramente testimonial.

Ya con los huesos de nuevo en la categoría de bronce del fútbol español, la afición alicantina ha visto desfilar por el coliseo blanquiazul a jugadores como los cameruneses Franck Omgba y Stéphane Emaná (ambos lastrados por las lesiones), al prometedor centrocampista Jaime Alvarado (que prácticamente jugó más con Colombia Sub-20 que con el Hércules C.F.) y a los españoles Moha Traoré y Rubén Ualoloca que, por otro lado, son los únicos jugadores negros que a día de hoy aún pertenecen al club.

Pero seguro que no serán los últimos. Vendrán muchos más. La historia de todos los equipos tiene que seguir escribiéndose en color. Y, como no podía ser de otra manera, en el caso del Hércules de Alicante en blanco, azul y negro...