Con 18 años se hizo un hueco en aquél Hércules que consiguió el ascenso al término de la primera década de este siglo. Su desparpajo y clase le conferían lo que se espera de una promesa en ciernes a la sombra de veteranos como Rufete, Sendoa o el mismo Tote.

Era el niño mimado de la afición, las gradas se rendían cada vez que saltaba al campo. Lo tenía todo para triunfar, juventud, calidad y jugando en el equipo de su tierra en primera división. Los ojeadores de los grandes poniendo sus pupilas en él. Y lo consiguió.

Pero lo que debiera haber sido su catapulta hacia la consolidación como jugador de primera línea, se fue al garete en sus sombrías temporadas con el filial del Barcelona, y posteriormente del Real Madrid. Su época de sombras terminó en el Alcorcón, donde estuvo una temporada sin pena ni gloria.

Lo conocí cuando frisaba las veinte primaveras en un restaurante de Torrellano, famoso por el arroz con bogavante, propiedad de unas hermanas de Granada. Comía en la mesa de al lado junto, entre otros, a un conocido que fuera periodista en Información entre otros medios, y que por entonces era representante, agente FIFA o intermediario, o todo a la vez, vaya usted a saber. Vicente amablemente nos lo presentó a mí y a un amigo que me acompañaba, herculano y originario de Cáceres.

Fue desde su fichaje por el Alavés de Bordalás, otro alicantino por el que sentirse orgullosos en el mundo del balompié, que el viento ya siempre le fue a favor. La sombra de los vientos se transformó en una racha de éxitos que todavía dura a sus veintiocho años, edad de plenitud física y mental en la vida de un futbolista.

En Vitoria se asentó como jugador de Primera División, todavía como delantero, y ya en su segunda cambiando su posición a lateral de la mano del argentino Pellegrino. En esa plantilla coincidió con Theo, ahora en el Milán, en la otra banda, o Marcos Llorente, que triunfa en el Atlético tras pescarlo en el Bernabeú.

Su exitosa temporada le valió para dar el salto a la Premier. Recaló en el Watford, que fuera de Elton John y que en la actualidad pertenece a la familia Pozzo como el Udinese italiano, los que mantienen relaciones en España con el ínclito Quique Pina.

Allí ha coincidido con entrenadores españoles como Gracia o Quique Sánchez, y con otra gran promesa del futbol patrio como Deulofeu, que por desgracia no ha terminado de confirmar los pronósticos de "crack" que durante su etapa en la selección sub21 de España se le atribuían.

Femenía, alicantino por el mundo, por fin ha hecho realidad todas las expectativas que de él se tuvieron en sus primeros pasos con el Hércules.

Hoy asentado en el fútbol inglés, y con todavía un recorrido largo en los terrenos de juego, Kiko no parece echar de menos la liga española. Su equipo se encuentra inmerso en los puestos que rondan el descenso.

Tras el parón por la maldita pandemia, el Watford, con él de titular, ha cosechado un empate en casa ante el Leicester, que está asentado en los puestos que dan acceso a la Champions. Tablas que saben a poco con cinco equipos en cuatro puntos para dos plazas de caída libre a la Championship.

Quizás Kiko ya esté dándole vueltas a su regreso a casa, a su tierra. Quizás a su club, al equipo que lo lanzó, cuando su Hércules consiga, coincidiendo su centenario, recuperar al menos la categoría profesional.

Será ya un treintañero, al que su terruño, Sanet y Negrals, Alicante, su familia y amigos tiren de él con fuerza para que contribuya a reforzar al Hércules tanto en la parcela deportiva como en la institucional.