¿Quién se acuerda ya de aquellas declaraciones de Quique, el bueno, en las que ponía en boca de Quique, el malo, que el máximo accionista se comprometía a poner en venta su paquete de acciones y dejar el club a más tardar en junio?

Parece que pocos, es comprensible con la pandemia que llevamos a cuestas. Pero ahí están en la hemeroteca para como casi siempre avergonzar, o no, al confeso delincuente por partida doble Enrique Ortiz, que para bochorno de la familia herculana sigue siendo el que marca el ritmo en la erráticamente perniciosa marcha del Hércules durante todo este siglo XXI.

Y aquí estamos en la encrucijada del futbol semiprofesional dependiendo de una federación que tampoco es que tenga al frente al mejor gestor para tiempos de extrema dificultad, tomando decisiones que sin duda afectarán a los profesionales, sin el engañoso prefijo, a los clubes más modestos del balompié patrio, incluidos algunos con solera histórica indiscutible, y a las aficiones que no distinguen de categorías a la hora de seguir siendo fieles a sus equipos, y en casos también a muchas de las ciudades a las que representan, algunas como la del Hércules capitales de provincia.

Llegados a este punto y con el coranavirus, como excusa peregrina en la toma de decisiones tan confusas como a veces injustas como anular los descensos, osada determinación falta de un mínimo de equidad, se tendrá como resultado de despejar la incógnita de la adulterada ecuación la creación de una nueva categoría, de cuyo nombre no hay consenso, que singularmente pudiera llevar como sobrenombre oficioso la de división de hojalata.

Tendremos pues, la de oro, reservada a los grandes, la de plata, la Segunda de toda la vida, la de bronce, la maldita Segunda B que conocemos por desgracia en estos lares, y la de hojalata, en la que muy posiblemente termine a no mucho tardar militando el Hércules de Ortiz. Una cuarta división a la que se le antepone un alias para disimular lo que es en la práctica. De Guatemala a "Guatepeor".

Los que apoyan el no descenso para beneficio del club de sus amores, no se dan cuenta que al final del trayecto la solución para la encrucijada en la que se encuentra el Hércules puede llegar a ser todavía mucho peor que si no se llegara a ninguna de las reformas que hasta ahora se han planteado, incluyendo la jocosa de Lendoiro, en la que se saca de la manga el as de los clubes históricos para favorecer a quienes sin mérito alguno se les debe hacer un hueco en la nova categoría por mor de los que en su día hicieron otros en los campos de futbol y/o en los despachos.

Qué tendrá que ver Zarandieta con Rambla 36 o Velázquez 15, qué tendrán que ver los futbolistas del Hércules de los cuarenta, sesenta, u ochenta con los de este segundo decenio del presente siglo. Nada, y nada debiera contar para ocupar plaza que en un terreno de juego no se haya ganado en buena lid.

Jugar, luchar por una camiseta, sí, pero en el Rico Pérez o en los campos que por desgracia toque jugar. Demostrar en el terreno de juego el mérito, no esperar a que ideas peregrinas puedan solucionar lo que, en el caso del Hércules, no tiene otra que en primera instancia pase por la marcha de Ortiz y todo el lastre que ha contaminado la historia del club blanquiazul. No vale la pena recorrer un camino torcido para terminar dando con los huesos en la división de hojalata.