No por encontrarnos en una situación en la que sólo se habla de muertos estamos libres de la muerte cercana, la que nos duele mucho más que las anónimas.

Es el caso de un antiguo empleado del Hércules del pasado, de los buenos tiempos, Juan Estela, uno de los clásicos de la oficinas de la Calle Velázquez, más tarde Rico Pérez, que formaba un tándem con Vicente Compañ, que nació siendo gerente de nuestro club, Santiago, el jardinero que cuidaba con primor del estado del césped, y alimentaba bien a sus gatos para que no hubiera ni un ratón en el estadio, Rafa, el eterno vigilante de las divisiones inferiores, y Juanfran, sucesor de Compañ, cuando éste fue invitado a salir de la entidad, todos ellos con otro punto en común, resultaron despedidos.

El señor Estela representó para mí el personaje, ya con una cierta edad, que se zambulló, primero en la contabilidad por partida doble, y poco después en los programas informáticos de llevanza de las contabilidades.

Recuerdo que cuando aún trabajaba a mano le veía marcar un tic que significaba que todo estaba comprobado unas cuantas veces y que resistiría cualquier inquisición, incluso de un inspector de Hacienda.

Del papel de amanuense cualificado pasó a la contabilidad de Dimoni, y de ahí a la informatizada, donde sustituía los gestos marciales del tic con cruces de datos que certificaban que los resultados eran los correctos.

Un día, a modo de broma, le dije que tuviera cuidado, que todos los números son manipulables, y me respondió, con gesto serio no exento del cariño que nos profesábamos, que los suyos no.

Supongo que el lugar a donde viajan los que se despiden de este mundo, tendrá una sección destinada a los hombres cabales que reconocen a los suyos cuando entran por primera vez. Estoy seguro de que le habrán hecho un más que merecido recibimiento.

(*José Ramón Solano es Ex Presidente del Hércules).