14.30 horas, calle Isabel la Católica, barrio de Benalúa. Un grupo de caballeros se dispone a entrar a un restaurante. Un hombre les abre la puerta y les cierra el paso. Acto seguido, pronuncia una retahíla de nombres perfectamente hilvanados. Uno tras otro, cual lista de reyes godos, pero estos aprendidos por devoción, no por obligación: «Santoro, Commisso, Giuliano, Rivera, Quique, Saccardi, Baena, Varela, Charles, Barrios y Carcelén».

Los caballeros levantan la cabeza, perplejos, y ríen a carcajadas. Son ellos mismos, al menos una gran representación de aquella alineación de campanillas. Son varios de los integrantes de la época más dorada de la historia del Hércules. Se han reunido por el regreso del portero argentino Santoro a Alicante, donde ahora vive Matías, uno de sus nietos.

El Rico Pérez acogió ayer una reunión de élite que giró en torno a Pepé Santoro, al que fichó el Hércules por 80.000 dólares en el verano de 1974, unos pocos días después de participar en el Mundial de Alemania con la albiceleste. Al acto no falló su compatriota Carmelo Héctor Giuliano, al que recomendó venir en el mismo verano que llegó a Alicante, ni otros históricos de aquella etapa como Joseba Betzuen, Juan Antonio Carcelén, Pepe Varela y Charles.

«Es un orgullo enorme volver aquí porque tengo unos recuerdos muy lindos», expresó un emocionado Santoro sobre el césped del estadio alicantino, poco antes de ser entrevistado por el periodista Toni Cabot para un reportaje que se emitirá este lunes en Planeta Hércules de INFORMACIÓN TV.

Santoro llegó a Alicante en el verano de 1974, justo cuando el Hércules había ascendido a Primera División de la mano de Arsenio Iglesias y Rico Pérez. El guardameta argentino aterrizó el 9 de agosto en el aeropuerto de Barajas. A su derecha, el intermediario Rafael Santos, que tenía órdenes expresas del dirigente herculano Manolo Calvo de llevarlo a Alicante para formalizar el contrato con el Hércules. A su izquierda, una retahíla de «buitres» de los clubes punteros españoles con el objetivo de redirigir su ruta antes de que estampara su firma con Rico Pérez. «Soy un hombre de palabra, ya había dicho que sí al Hércules», revelaba Santoro.

Al acto de ayer no faltó el presidente actual, Quique Hernández, ni el fotógrafo Perfecto Arjones, quien inmortalizó para este periódico aquellos partidos vibrantes de los años setenta, en los que el Hércules discutió de tú a tú con los equipos más grandes del país. «La foto que salgo con Humberto de rodillas en El Sadar es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de mi carrera futbolística», confesaba ayer Varela a Arjones. Betzuen, por su parte, reconoció que la clave de aquel grupo fue la compenetración: «Éramos músicos que tocábamos cada uno una partitura diferente, pero supimos hacerla coral».

La charla derivó al restaurante El Bocaíto, donde esperaba el coleccionista Vicente Mestre, el masajista Paco González, y un entusiasmado Toni Navarro, alma máter del mítico local alicantino, quien antes de dar paso a sus invitados, había canturreado un once de carrerilla que perdurará en la historia de la ciudad.