Historias como que el Sabadell disputó hace 50 años su única eliminatoria europea describen el fuerte sentido de pertenencia que sienten los seguidores arlequinados, pese a que el Barça y el Espanyol compitan a solo unos kilómetros y pese a que el club haya vagado más tiempo por Segunda B que por Segunda. «En la cultura que mamamos en nuestras casas, nuestro club había competido con los más grandes, de modo que no se podía abrazar a antiguos rivales. Y así seguimos». Así se expresaba hace meses Axel Torres, periodista deportivo. El mismo que en 2016 se movió para que su equipo no se hundiera económicamente. Pues bien, entre él y otros muchos debieron hacer ruido del bueno porque hoy el Sabadell tiene salud, es el líder del grupo haciendo grandes méritos. Antonio Hidalgo, que conoce bien la casa, ha conformado un estilo rocoso, que lo ha llevado a producir unos números destacables a todos los niveles (ver gráficos). No solo defensivos, es que está iluminando a unos y a otros para ser determinantes en las dos áreas. Entre otras razones, porque según cuentan, al joven entrenador le brillan los ojos al dirigirse a su plantilla, lo que «significa que ha adquirido el superpoder de apasionar al auditorio», dice Pep Marí, psicólogo. Un estado de gracia no es casual, como tampoco lo es un estado de desgracia. Para ambos niveles se tienen que dar unas cuantas situaciones. Es decir, el Sabadell no solo está de dulce porque no recibe goles, sino también porque aprovecha las ocasiones, suele ganar los duelos individuales, está bien colocado tácticamente, no pierde la paciencia... Y eso hace que el ambiente en la grada, acompañado de los buenos resultados, sea tan positivo. Veremos si el Hércules es capaz de tomar buena nota.